miércoles, 2 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 39

Esa tarde, a última hora, Paula llevó a C. J. en su coche y Pedro los siguió en su camioneta. Cuando llegaron a casa de Paula, ésta dejó que él se ocupara de bañarlo y acostarlo mientras ella terminaba el trabajo que le quedaba. Estaba en la cocina, repasando los turnos de las cuadrillas para el día siguiente, cuando oyó que C. J. la llamaba. Se dio la vuelta y lo vió en la puerta con el pijama puesto y el pelo todavía mojado del baño.


—Ya estás preparado para acostarte…


El niño ya estaba mejorando aunque llevara tan poco tiempo allí. Se había cortado el pelo y se había puesto ropa nueva y la diferencia era muy grande. Todavía tenía que engordar un poco pero, a juzgar por cómo había comido, eso lo conseguiría pronto. C. J., se acercó a ella y la miró con sus ojazos marrones.


—Gracias por ayudarme con la tarea.


—De nada —replicó ella intentando disimular la sorpresa.


El niño estaba radiante pero, aun así, mantenía cierto recelo que ella atribuyó a la influencia de su padre y al abandono de su madre. Al parecer, era algo en lo que se parecían esos dos varones. Ella no podía saber qué era eso. La gente pensaba que su vida había sido perfecta, la de una niña rica que había tenido de todo. Sin embargo, su padre había estado ausente mientras fue senador. Volvió a prestar atención al niño.


—Tú también has trabajado mucho hoy.


—No quiero ir al colegio de verano. La señora Cooper dice que tendré que ir si no trabajo mucho ahora.


—Entonces, creo que vamos a tener que conseguir que alcances a los niños de tu clase.


C. J. asintió con la cabeza y empezó a marcharse, pero se paró y se dió la vuelta.


—Gracias también por llevarme a tu trabajo —el niño miró hacia otro lado—. Fue guay.


Ella se sintió emocionada.


—Bueno, me alegro de que te gustara. Si mañana también salimos temprano, podemos volver a pasar por la obra. ¿Crees que estarás preparado a las siete?


—Claro —contestó él con los ojos muy abiertos.


Pedro lo llamó y C. J salió corriendo. Ella se quedó pensando cuál habría sido el motivo de ese cambio en él. Recogió los papeles del trabajo porque no pensaba pasar otra noche con él. No podía permitir que pasara lo que había pasado la noche anterior. Si él iba a quedarse allí por C. J., perfecto, pero no podían tener otra aventura. Creyó que lo había eludido hasta que él salió al pasillo desde el cuarto de baño y se chocaron. Estuvo a punto de dejar caer los papeles que llevaba debajo del brazo.


—Perdona…


Ella fue a retroceder cuando notó la mano de Matt en el brazo.


—Vaya, tienes prisa.


—Quiero terminar algunas cosas del trabajo.


No pensaba reconocer el motivo verdadero. Sobre todo, cuando él llevaba una camiseta ceñida que dejaba ver sus brazos musculosos y su pecho granítico.


—Tú también estarás agotado. Has tenido mucho trabajo estos días.


—Nunca me había imaginado que hacer de padre fuese tan agotador —los ojos azules de Pedro dejaron escapar un destello—. Tómate una cerveza antes de que me marche a casa. Quiero hablar contigo.


Era una idea nefasta.


—Claro, ¿Por qué no?


Paula dejó los papeles en su cuarto y lo acompañó a la pequeña cocina. Pedro fue a la nevera y sacó dos botellas de cerveza que había llevado además de algo de comida.


—Creo que podríamos hablar de la recaudación de fondos — Pedro abrió las cervezas y le dió una a ella—. Sigues prefiriendo beber de la botella, ¿Verdad? —le preguntó con una sonrisa.


¿Él se acordaba?


—Sí —contestó Paula.

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