Paula miró a Lorena y vió que sangraba por la boca. Tenían que conseguir ayuda. River’s End estaba cercado, pero Cristian había alardeado de que se había escondido en la caja de la camioneta de un empleado que llegaba del pueblo para entrar en el rancho. Tenía que sacarlo de allí, pero sabía que se llevaría rehenes. Al menos, a su hijo y, probablemente, a su exesposa. Miró la pistola y pensó que podía morir, como C. J. si dejaba que se marchara con su padre. ¡No! No moriría. Ninguno moriría si podía evitarlo.
—Cristian, sabes que mi padre es un senador retirado.
—Fantástico, pero no va a ayudarte.
—Podría ayudarte a tí. Tiene un helicóptero y un piloto a su disposición. Podría llevarte a México. Incluso darte algo de dinero para que empezaras de cero.
El hombre pareció interesado.
—Déjame que llame a mi padre —Paula hizo un esfuerzo para que no le temblara la voz—. Dame una hora para organizarlo todo.
—Llama por teléfono —le ordenó él.
—Antes tienes que prometerme algo.
Pareció enfadado, pero ella siguió apresuradamente.
—Deja aquí a C. J. Es un niño y solo te demoraría.
Cristian se quedó perplejo, como si estuviera drogado.
—Muy bien —concedió con un gruñido—, pero será mejor que hables con tu padre. Toma el teléfono.
—Está en mi dormitorio —Paula señaló hacia el pasillo—. Mi bolso está justo detrás de la puerta.
—Date prisa. Si no, iré por tí y no te gustará.
Paula fue a su dormitorio. La luz de la mesilla estaba encendida y, el bolso, encima de la cama. Fue a recogerlo, pero alguien la agarró por detrás y le tapó la boca.
—Soy Pedro —le susurró él al oído—. C. J. está a salvo y fuera de aquí.
La soltó y ella se dió la vuelta. Contuvo las lágrimas de agradecimiento por verlo.
—Ya estás a salvo, Paula. Vamos, te ayudaré a salir por la ventana.
—No, no puedo dejar a Lorena. Cristian la matará.
—También podría matarte a tí. No puedo dejar que vuelvas ahí.
Ella quería con todas sus fuerzas irse con Pedro.
—Lo siento, pero tengo que volver.
—De acuerdo —Pedro le dió el teléfono—. Llama a tu padre como estaba planeado. Él está al tanto de lo que pasa —Pedro le agarró la mano con fuerza—. No me gusta la situación, Paula. Escúchame: Cuando Cristian las saque a Lorena y a tí, necesitamos tenerlo a tiro.
—Pedro, creo que está drogado.
Él soltó una maldición.
—De acuerdo, esto es importante. Cuando te llame, tírate al suelo. Intenta decírselo a Lorena.
Ella asintió con la cabeza y lo miró.
—Entendido.
Salió del dormitorio preguntándose si volvería a verlo. Cuando entró, le dió el teléfono a Cristian. Él repasó los números que habían llamado, pulsó el de su padre y se lo devolvió a ella.
—Vete al grano. Tu hora empieza en este instante.
Paula se llevó el teléfono a la oreja y esperó distraer a Cristian mientras iba hacia la puerta principal.
—Hola, papá, soy Paula.
—Hola, cariño, ¿Qué pasa?
—Necesito ayuda.
Paula le contó el trato que había hecho con el hombre que la apuntaba con una pistola.
—Muy bien. Ahora, déjame hablar con Cristian.
Paula le dió el teléfono.
—El senador quiere hablar contigo.
Él agarró el teléfono.
—Sí…
—Señor Pruett, le daré todo lo que le ha prometido mi hija, pero si le hace algo, lo buscaré y no le gustará nada lo que le pasará. ¿Entendido?
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