miércoles, 9 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 50

 —Todo indica que ha sido el viejo Titán —comentó él levantando el extremo del alambre.


—¿Titán?


—Mi toro semental. Le gusta mucho ir de un lado a otro. Se ha ido a buscar alguna conquista.


Paula pensó que era igual que su dueño.


—No parece que pueda hacerlo un solo hombre.


—Como nada en un rancho —Pedro sacó su móvil—. Llamaré a Francisco para ver si hay algún todoterreno.


Se alejó un poco para hablar con el capataz. Paula se sintió un poco desilusionada por no poder pasar ese rato sola con él. Aunque tampoco quería estar sola con Pedro si no quería meterse en líos.


—Arreglado —dijo él cuando volvió—. Vamos a buscar una buena sombra para almorzar.


—¿Y el cercado?


—Lo arreglaré mañana —volvió con ella hasta los caballos—. En estos momentos, prefiero disfrutar de tu compañía que buscar a ese toro mujeriego. Quiero enseñarte la cumbre de los atardeceres.


Tardaron unos diez minutos en llegar a la cumbre y ella miró las vistas desde lo alto del caballo. Había muchas hectáreas de pastos verdes. Era primavera, todo estaba en flor y el agua de las recientes lluvias corría por los arroyos, una buena noticia para los rancheros y viticultores de la zona. Estaban cerca del límite entre River’s End y el rancho Triple A. Naturalmente, los Chaves llevaban mucho más tiempo allí que los Alfonso. La familia de Karen, la primera esposa de Federico, fue la propietaria original del rancho y los viñedos. Después de que ella muriera, llevó allí a Pedro y a Horacio como socios para que lo ayudaran a sacarlos adelante. Paula miró a lo lejos y pudo ver su casa. Sus antepasados llegaron allí hacía más de cien años y ayudaron a levantar el pueblo de Kerry Springs. Un Chaves incluso se casó con la hija del fundador del pueblo y quería seguir la tradición sirviendo a su pueblo. Ésa era su tierra y allí quería vivir.


—Es un sitio precioso —comentó ella admirada.


—Sí, nunca me canso de venir.


Paula señaló hacia el oeste.


—Desde aquí puede verse la casa original de mis antepasados.


—Nunca presté mucha atención hasta que volví del extranjero —él la miró y recordó el fin de semana que habían pasado juntos—. Antes solo era una construcción abandonada en las tierras de los vecinos —se encogió de hombros—. ¿Te importa que esté tan cerca?


Ella se sonrojó. ¿La había visto ir y venir?


—No, salvo que te sientes aquí a observarme con binoculares.


Él la miró a los ojos.


—Bueno, es una tentación —Pedro suspiró—. ¿Buscamos una sombra? Me muero de hambre —se puso en marcha hacia los árboles y la miró de reojo—. Ya que estamos siendo sinceros, me ha sorprendido verte esta mañana después de lo que pasó anoche.


Paula no había dormido reviviendo los besos de Pedro y eso era penoso.


—C. J. necesitaba la ropa.


Él esbozó su sonrisa marca de la casa; puro sexo.


—Si tú lo dices…


Se bajaron de los caballos y se acercaron a la pequeña arboleda en la parte baja de la colina. Paula notó la brisa y vió el arroyo que discurría sobre un fondo de piedras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario