—Eres la única mujer que me ha importado, Paula. Te amo y no quiero vivir sin tí.
Paula se apartó con miedo de creerse lo que estaba pasando.
—Repítelo, Pedro Alfonso. Quiero estar segura de que te he oído bien.
Él le tomó la cara entre las manos.
—Te amo, Paula Chaves, y no quiero vivir sin tí.
—Yo también te amo, Pedro —ella parpadeó para contener las lágrimas—. Espera un segundo. ¿Qué significa exactamente todo esto?
—Quiero que formes parte de mi vida —él se puso serio—. Sé cuánto deseas hacer carrera en la política y no quiero ser un estorbo para tí.
Paula se sintió conmovida.
—Eso no pasará nunca. Además, eres un héroe de guerra condecorado, Pedro Alfonso. Estoy muy orgullosa de tí, pero eso ya no es motivo de preocupación. He decidido que no voy a ejercer ningún cargo en ningún sitio que no sea Kerry Springs.
—Pero… ¿Y tus sueños de ir a Washington? —preguntó él con el ceño fruncido.
Ella se encogió de hombros.
—Me he dado cuenta de que, más bien, eran los sueños de mi padre.
—¿Estás segura?
—Sí. Hay muchas cosas que hacer aquí. Después de haber encontrado a C. J., me he dado cuenta de que también quiero ayudar a otros niños. No te olvides de que hay locales y edificios vacíos que podrían convertirse en albergues o en comedores.
Él la miró fijamente.
—¿Te vendría bien un colaborador?
—¿Qué tipo de colaborador?
—Uno para toda la vida.
Pedro la dejó boquiabierta cuando fue hasta su caballo, rebuscó en la alforja y volvió con un estuche de terciopelo.
—No había dado nada por supuesto, pero quería estar preparado por si tenía suerte. Quería demostrarte que hablo en serio, demostrarte cuánto significas para mí —Pedro resopló—. Ya tengo la bendición de tu hermano, pero es importante que también tengamos la de tus padres. Hablaremos juntos con ellos. Si aceptas, claro.
Ella no podía creerse lo que estaba pasando.
—Pedro…
Él clavó una rodilla en el suelo y la brisa le revolvió el pelo oscuro. Era el escenario perfecto, en medio de la naturaleza y en la tierra que tanto amaban. Sin embargo, Paula solo podía ver lo guapo que era el hombre que quería.
—Paula, he cometido muchos errores a lo largo de los años, pero en cuanto me enamoré de ti supe que quería ser el mejor hombre posible. Sigo intentándolo. Quiero un porvenir contigo, quiero ser tu colaborador, tu amante y tu marido. Te amo, Paula Chaves, ¿Te casarías conmigo?
—Sí, Pedro. ¡Sí!
Le temblaba la mano cuando él le puso el anillo. Luego, Paula lo besó en la boca. Cuando él separó la cabeza, los dos estaban sonriendo y mirando el atardecer más perfecto del mundo. Ella miró el precioso anillo con un diamante en forma de pera. Tenía un gusto maravilloso.
—¿Sabes que esta noticia va a partir el corazón de muchas mujeres?
—¿No te he convencido de que eres la única mujer que me importa?
Ella seguía sonriendo de oreja a oreja.
—En compensación, seguramente tengamos una casa llena de hijas y tendrás que protegerlas de todos los chicos del pueblo.
Ella lo miró y lo vió tragar saliva.
—¿Cuántas son «Una casa llena»?
—Depende del tamaño de la casa.
Él esbozó una de esas sonrisas tan sexys de los Alfonso que le derritió el corazón y le hizo un cosquilleo en las entrañas, como, estaba segura, le haría toda la vida.
—Entonces, creo que deberíamos empezar con la familia lo antes posible —propuso él.
—Te echo una carrera hasta casa —le retó ella.
Fue a correr hacia el caballo, pero él la agarró.
—Otra vez a toda velocidad, cariño. ¿No has aprendido que puedes meterte en un lío?
—Eso es exactamente lo que quiero, cowboy, meterme en un lío, pero solo contigo.
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