lunes, 28 de julio de 2025

La Niñera: Capítulo 5

 —¡Dios mío! ¿Qué le ha pasado?


—He estado haciendo pan —comentó, con cierto sarcasmo—. Había quedado con usted para una entrevista. Yo soy...


—Mary Poppins. Lo sé. Reconozco su voz. Llega tarde.


—Llegué temprano, pero es que me han entretenido...


El hombre dejó el bolígrafo en la mesa, con gesto pensativo.


—¿Qué es lo que ha pasado? —le preguntó—. ¿O es mejor no saberlo?


—¿No se lo imagina?


—Ha conocido a los gemelos —se pasó una mano por la cara—. Lo siento..


—Y yo. Sólo quiero que sepa que están limpiando lo que han ensuciado. Y yo me voy. Adiós.


Se dió la vuelta, pero él llegó primero a la puerta y le impidió salir.


—Espere, por favor. Siento de verdad que haya tenido un inicio tan accidentado...


—¿Accidentado? — Paula casi se echa a reír a carcajadas—. ¡Mire cómo me han puesto! —dejó salir su respiración y se dio la vuelta para mirarlo. Tragó saliva. Estaba acostumbrada a los hombres altos, sus hermanos eran unos hombretones, pero tenían todavía un aspecto juvenil. Aquel hombre, era inmenso—. ¿Señor...?


—Alfonso...


—Señor Alfonso, mientras usted estaba sentado aquí, en su torre de marfil, esos niños estaban haciendo de las suyas. Podrían haberse hecho daño con cualquier cosa.


—Yo no estaba tan lejos.


—No, pero no les estaba prestando atención. Están en una edad que no puede quitar los ojos de ellos en ningún momento...


—¿Cómo se atreve a venir aquí, sin saber nada de la situación y decirme cuáles son mis obligaciones? —le preguntó, levantando la voz.


Ella permaneció en su sitio.


—No me grite sólo porque se sienta culpable —le respondió ella, muy acalorada—. Me atrevo, porque nada más cruzar por su puerta, me ha caído encima una bolsa de harina, que sus hijos habían colocado allí. ¡Y usted sin enterarse! ¡Sólo Dios sabe qué otras travesuras habrán hecho...


—¡A mí no tiene que darme nadie lecciones de cómo cuidar a mis hijos, y menos una chiquilla que no levanta dos palmos del suelo! —le respondió, muy enfadado—. ¡No puse el anuncio para una cuidadora de niños, porque me las puedo arreglar sin una!


Paula alzó la cabeza y se encontró con sus ojos. Los de ella echaban chispas. Tomó aliento y bajó la voz, intentando recuperar el control de la situación.


—Ojalá encuentre lo que busque, señor Alfonso —le respondió, con toda la dignidad que pudo reunir—. Tendrá que ser una persona muy especial la que se pueda ocupar de su familia. Disculpe.


Abrió la puerta y salió al vestíbulo.

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