viernes, 11 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 53

Entró en la casa y se encontró a Pedro revolviendo algo en una sartén. C. J. estaba sentado a la mesa haciendo la tarea.


—Vaya, han vuelto —dijo ella mientras dejaba la bolsa en la encimera de la cocina—. Los esperaba más tarde.


—Pedro me ha obligado a venir para que haga la tarea —se quejó C. J.—. Pero le he dado el biberón a Nube Blanca.


Pedro la miró con una ceja arqueada.


—¿Has comido? Estoy haciendo un arroz.


—Qué bueno… —a ella le costaba mirarlo sin acordarse de los días anteriores, cuando habían estado juntos—. Yo he traído postre —rebuscó en la bolsa y sacó un recipiente de la heladería—. ¿Con esto me libro de fregar los platos?


—No sé… —contestó Pedro con una sonrisa—. ¿De qué sabor?


—De chocolate y de caramelo.


—¿Qué te parece, compañero? Está intentando sobornarnos con helado.


—Pero también tienes que ayudarme con la ortografía — negoció el niño.


—Trato hecho. Además, le pondré un poco de dulce de azúcar por encima.


A ella le gustaba estar con C. J., había cambiado mucho en esos días que llevaba allí.


—De acuerdo, eso me pierde —reconoció Pedro—. No puedo rechazarlo —él agarró el recipiente y la sorprendió inclinándose y dándole un beso—. Gracias por pensar en nosotros.


Ella tragó saliva para intentar humedecerse la garganta, que se le había quedado seca.


—Naturalmente…


Paula retiró la compra, pero el espacio en la cocina parecía reducirse con los tres dentro de ella.


—¿Ya has embarcado el ganado?


—Mañana a primera hora. Luego, podré concentrarme en el restaurante. Eso me recuerda que tengo que pedirte un favor.


Ella lo miró con los ojos entrecerrados y él sonrió.


—¿Te gusta pintar?


—¿Un cuadro…?


Paula se dió cuenta de que C. J. estaba observándolos con mucha atención.


—No, paredes. Estamos apurados de tiempo en el restaurante y tenemos que terminar el comedor antes de que lleven los asientos corridos el martes. Estoy pidiendo todos los favores que puedo. C. J. también va a ayudar.


—Perfecto. ¿Has pintado alguna vez?


El niño negó con la cabeza.


—Pedro va a enseñarme.


—¿Y usted, señorita Chaves? ¿Ha pintado alguna vez?


—Pues la verdad es que sí he pintado.


Pedro arqueó una ceja.


—¿Qué? ¿Las uñas de los pies?


C. J. empezó a reírse y a ella le gustó ver lo feliz que era últimamente.


—Tú, chaval, recoge la tarea y vete a asearte —le ordenó Pedro—. La cena está casi preparada.


El niño cerró el libro y desapareció por el pasillo para ir al cuarto de baño. Paula se dirigió a Pedro.


—Es fantástico verlo contento.


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