Pedro oyó que lo llamaban, se dió la vuelta y vió a Florencia que se acercaba con Agustín en brazos.
—Quería alcanzarte antes de que te marcharas. Viene más ayuda para acompañaros.
—¿Quién…? —preguntó Pedro con verdadera curiosidad.
Ella miró hacia el oeste y señaló con la cabeza hacia unos jinetes.
—Algunos vecinos.
Él tuvo que salir del corral y acercarse a los jinetes antes de reconocer el trío. ¿Paula? Miró a los otros jinetes y vió a su hermano, Gonzalo y… ¡Al senador! Se pararon delante de él.
—Hola, vecinos —les saludó Pedro.
Gonzalo se inclinó hacia delante.
—Hemos oído decir que te vendría bien un poco de ayuda.
Pedro se quedó atónito.
—Claro. ¿No te importará tragarte todo el polvo por ir detrás?
Gonzalo se echó el sombreo hacia atrás con una sonrisa.
—No, tu hermano y tú lo han hecho muchas veces en River’s End.
Pedro asintió con la cabeza y se dirigió al senador.
—Gracias por venir, señor.
—Bueno, yo he venido por la barbacoa de Horacio. Creo que está en el menú —Miguel sonrió—. Alejandra y Tamara se pasarán más tarde para ayudar con la comida.
Pedro estaba emocionado. Había tenido que ser idea de Paula.
—Creía que tenías trabajo en la obra.
Paula se encogió de hombros.
—Antonio pensó que sería más útil aquí.
—Me da igual el motivo, pero agradezco su ayuda.
—Somos vecinos y es lo que hacemos los unos por los otros — comentó Gonzalo.
Hubo un momento, no hacía mucho tiempo, cuando Gonzalo no había sido tan amable con Pedro, sobre todo cuando se fijó en Tamara. Quiso intentarlo con ella, pero la belleza de ojos verdes solo sentía algo por Gonzalo y se habían casado el año anterior. Estaba mucho mejor con Chaves. Miró a Paula, pero también se dió cuenta de la mirada de advertencia de su hermano mayor. Él tampoco quería verlo cerca de su hermana. Afortunadamente, Sloan no había estado antes por allí.
Cuatro horas más tarde, Paula estaba sudorosa y cubierta del polvo, pero se sentía exultante. Hacía años que no pasaba tanto tiempo a caballo. Al vivir en Austin, no había podido acudir a reunir el ganado de River’s End. En el rancho Triple A había poco ganado en comparación con el que tenían los Chaves pero, aun así, ese día había que marcar a unos cuantos terneros. Los días anteriores había oído a Pedro que intentaba reunir una cuadrilla para ese día. Sin embargo, había tenido poco tiempo y todo el mundo parecía estar ocupado. Como la inauguración de Alfonso’s Place sería el fin de semana siguiente, tenía que aprovechar esos días. Por eso, Paula le había pedido ayuda a su familia. Era lo que hacían los buenos vecinos en Texas.
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