miércoles, 23 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 77

 —Bien, como C. J. —contestó su padre—. No sabíamos si lo conseguirían. Según el sheriff, empujaste a Lorena para que Cooper pudiera disparar.


—Sí, Pedro me dijo que lo hiciera.


—¿Cuándo hablaste con él? —preguntó su padre con el ceño fruncido.


Ella se dirigió hacia el pasillo.


—Estaba escondido en mi dormitorio cuando fui a recoger mi móvil. Creo que C. J. lo llamó cuando su padre se presentó aquí.


El senador asintió con la cabeza.


—Ese niño lo hizo muy bien. También tengo que agradecérselo a Pedro —su padre miró alrededor—. ¿Dónde está?


Paula tampoco lo vió, pero no le extrañó. Debería estar acostumbrada a que desapareciera. Aun así, le dolió.





Las noches anteriores habían sido espantosas para Pedro pero, seguramente, no tanto como para Paula. Cada vez que cerraba los ojos la veía tirándose al suelo y a Jackson con la pistola. Rezó para que estuviera bien, para que hubiera podido hablar con alguien que la hubiese ayudado a superarlo. Su solución fue el trabajo físico en el rancho. Quizá le hubiese ayudado a aclarar la cabeza, pero no a sacarla de su corazón. Lo había estropeado todo. Afortunadamente, tenía muchas cosas que hacer y que le ocupaban los pensamientos. Era mediodía cuando terminó las tareas en el rancho y fue al pueblo. Hasta la fecha, solo habían abierto por las tardes como bar y para servir cenas. Quizá más tarde también sirviera almuerzos. Entró por la puerta trasera y se encontró a Kevin charlando con Lorena. El encargado de la barra fue el primero en verlo.


—Pedro, me alegro de que hayas llegado pronto.


—Ya he terminado las tareas del rancho —Pedro se dirigió a la mujer—. Hola, Lorena, ¿Qué tal todo?


—Hola, Pedro. Estoy bien. No quiero molestarte, pero me gustaría hablar contigo si tienes un momento.


—Claro —él se volvió hacia Kevin—. Estaré en el bar si me necesitas.


Acompañó a Lorena por las puertas batientes.


—No esperaba haberte visto hoy. ¿Dónde está C. J.?


—Ha vuelto al colegio y he pensado que sería una buena ocasión para pasar por aquí.


—Claro —la llevó al bar del restaurante—. ¿Quieres un refresco o algo?


—Un poco de agua.


Él pasó detrás de la barra y le sirvió un vaso. Ella dió un sorbo y lo miró.


—Ya sé que no te caigo muy bien —él fue a rebatirlo, pero ella lo detuvo—. No importa porque yo tampoco estaba muy contenta conmigo misma —ella dió otro sorbo—. Quiero que sepas que como C. J. y yo hemos recibido una segunda oportunidad, pienso empezar una vida nueva aquí.


Pedro frunció el ceño.


—¿No vas a volver a Amarillo?


—Solo al entierro de Cristian y porque no tiene familia. Sobre todo, lo hago por C. J. Tiene que dejar el asunto zanjado.


—¿Cómo está llevándolo?


—Transmite fuerza pero, naturalmente, está pasándolo mal.


—¿Quieres que hable con él?


—¿No te importaría? —preguntó ella con esperanza. 


Pedro negó con la cabeza al acordarse de cómo se había sentido cuando lo abandonó su madre. No quería que C. J. tuviera ese sentimiento de culpa.


—Ya sabes que quiero al niño.


—Gracias —ella vaciló antes de seguir—. Paula ha estado hablándome de las ventajas de vivir en un pueblo pequeño.


Pedro sonrió al saber que Paula, seguramente, la tomaría bajo su manto protector.


—Está bien y a C. J. la va bien aquí.


—Ahora, solo necesito un empleo. Según Paula, en Puntada con Hilo pueden darme trabajo, pero solo a media jornada.


—Es posible que necesite una camarera para los almuerzos — soltó él—. Quiero decir, todavía tardaré unas semanas en poder abrir durante el día, pero necesitaré a alguien.


—¿Te plantearías contratarme?


—Creo que tienes experiencia. Ven a verme cuando vuelvas de Amarillo.


Vaya, ya tenía una camarera para el turno de día. Quizá su padre lo ayudara por las tardes y le diría a Francisco que contratara a alguien para el rancho. Pensó en Paula. Ojalá los problemas con ella pudieran solucionarse tan fácilmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario