Gonzalo estaba en la oficina, con el pelo alborotado y un brillo especial en su rostro, normalmente alegre. Cuando entró, miró a Paula.
—¿Qué diablos te ha pasado? —le preguntó, perplejo.
—Estuve en una entrevista de trabajo —le respondió, con dulzura.
—¿Te han entrevistado para los próximos juegos en Japón?
Paula se echó a reír.
—Algo así.
—¿Y la pasaste?
—Sí. Va a ser un trabajo bastante complicado.
—¿Has aceptado entonces?
Paula asintió.
—Sí, empiezo esta tarde. ¿Me puedes llevar y así no tengo que llevar yo mi coche? Allí puedo utilizar un coche.
Gonzalo puso cara de felicidad, al ver que se podía escapar unas horas de la granja.
—Claro.
Paula le guiñó el ojo.
—No te entretendré mucho, hermanito.
—¿Qué hay de comida?
—No lo sé —le respondió, mirándolo por encima del hombro—. Pregúntale a mamá, yo voy a hacer las maletas.
Una hora más tarde, estaba con lo más esencial en una maleta, en el coche de Gonzalo. Tarareando, se fue a la cocina.
—Parece que estás muy contenta —comentó su madre con una sonrisa—. Gonzalo me ha dicho que has conseguido el trabajo.
—Mmm. Espero hacerlo bien.
—¿Cuándo te vas?
—Después de comer. Eso que estás haciendo huele bien, ¿Qué es?
— Sopa de verduras —le respondió su madre, poniendo la cacerola en el centro de la mesa—. Bueno, cuéntanos dónde vas a estar. ¿Cómo se llama?
—Pedro Alfonso. Está viudo y tiene dos hijos de ocho años, varias hectáreas de terreno y una casa preciosa. Debe tener un montón de dinero.
David levantó la cabeza y frunció el ceño.
—Tendrá algún negocio de informática...
—No se lo pregunté.
—¿Es un tipo muy grande, con el pelo rizado y de unos treinta años?
—Podría ser. ¿Por qué? ¿Qué sabes de él?
David enarcó una ceja.
—¿Es que no has oído nunca nada de él? ¿En qué mundo vives? La verdad es que no aparece mucho en público. Es un hombre al que le gusta la privacidad.
—Entonces no me extraña que no haya oído nada de él.
—No sale mucho. En los negocios es dinamita pura — comentó David—. Hizo su fortuna con los programas informáticos. Revolucionó el mundo de los programas de gestión. En estos momentos se ha introducido en el mercado de multimedia y le va bastante bien —se encogió de hombros—. Ese tipo es una leyenda.
Paula retorció los labios.
—Puede que haya logrado revolucionar el mundo de los programas, pero no puede con sus dos hijos.
—¿No? —le preguntó su madre, por curiosidad—. ¿Por qué lo dices?
Entre risas, les explicó lo de la broma con la harina, y la entrevista con el señor Alfonso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario