—No, hijo —Pedro miró a Alisa y ella se acercó—. Paula y yo tenemos que decirte algo.
—¿Ha vuelto mi padre? —preguntó el niño con un brillo en los ojos.
—No —contestó Paula—, pero aquí hay alguien que está deseando verte. Tu mamá.
Su rostro reflejó muchas emociones distintas.
—¿Mi mamá? —C. J, sacudió la cabeza—. No, mi mamá no quiere verme. Eso dijo papá.
C. J. intentó alejarse, pero Pedro lo sujetó con fuerza.
—C. J., escúchame un momento, ¿De acuerdo?
El niño dejó de resistirse.
—¿Y si tu padre se hubiese equivocado? ¿Y si tu madre no hubiese podido encontrarte?
Paula se agachó al lado de C. J.
—C. J., sé que tu madre te ha echado de menos durante mucho tiempo y creo que tú a ella.
El niño derramó una lágrima.
—No, no la necesito.
Paula notó que los ojos se le llenaban de lágrimas.
—Pues ella te necesita mucho.
—Solo quieren librarse de mí porque soy un incordio —derramó otra lágrima—. Como mi mamá.
—No, C. J., te he querido más de lo que puedes imaginarte — reconoció ella—, pero no tanto como tu mamá. Ella ha estado muy triste porque su hijo había desaparecido desde hacía mucho tiempo.
Él sollozó y miró a Pedro.
—¿Vas a obligarme a que me vaya a casa con ella?
Pedro negó con la cabeza.
—No, pero creo que deberías hablar con ella y oír lo que tiene que decirte antes de tomar una decisión.
El niño miró a Paula.
—¿Seguirás aceptándome si no quiero ir?
Paula dudó un instante.
—C. J., tienes que darle una oportunidad.
—De acuerdo.
El sheriff abrió la puerta e hizo un gesto a Lorena para que pasara. Paula se levantó y se apartó mientras C. J. se daba la vuelta para mirarla.
—Mamá…
Ella se acercó a él.
—Ci…ro… —balbució ella—. Te he echado mucho de menos.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de C. J. cuando su madre se agachó y lo abrazó. Él no la rechazó, al contrario, la abrazó con fuerza. Paula miró a Pedro y captó las emociones en su rostro. Se marchó y ella quiso seguirlo porque sabía lo doloroso que era para él. C. J. y él se habían encariñado mucho. El sheriff Bradshaw se la llevó aparte.
—Juliana Thomas, la asistente social, ha decidido que es mejor no entregárselo a su madre todavía. Aunque la señora Pruett tiene la custodia física, C. J. lleva meses sin estar con ella. Me preocupa que Cristian siga suelto porque tiene antecedentes de maltratos.
—¿Es peligroso?
El sheriff se encogió de hombros.
—Todavía hay que atraparlo. He hecho indagaciones entre las empresas petrolíferas de la costa.
Sonó el teléfono y Paula vió que era su padre. Le explicó lo que había pasado y luego habló con su madre, quien invitó a Lorena a que fuese a quedarse en River’s End. Ella decidió que la madre de C. J. podría estar más cómoda en la vieja casa familiar con su hijo.
—Estoy segura de que los servicios sociales se alegrarán de que quiera quedarse un poco más de tiempo con él y, entretanto, intentaremos encontrar a Cristian.
Paula estaba pensando en Pedro. Esperaba que así tuviera tiempo de adaptarse a la marcha del niño. Le dieron la noticia a C. J. y él miró alrededor.
—¿Dónde está Pedro?
—Estoy aquí —Pedro volvió a entrar en la habitación—. ¿Qué quieres?
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