lunes, 21 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 71

Paula consiguió entrar en su dormitorio antes de ponerse a llorar. Estaba más enfadada consigo misma que con él. Pedro había intentado dos veces decirle cómo era, pero ella no había querido escucharlo. Ella, en cambio, se había enamorado de él otra vez. Quizá no dejara de hacerlo jamás. Ya no tenía elección, ya no podía dejar que Pedro Alfonso siguiera rompiéndole el corazón. Llamaron suavemente a la puerta y se secó los ojos.


—Adelante.


Lorena asomó la cabeza.


—Siento molestarte, Paula, pero no he podido evitar oírte llorar. Espero no haberte causado ningún disgusto.


Paula fue hasta la puerta.


—No, Lorena. En estas últimas semanas han pasado muchas cosas y por fin han llegado a un punto crítico. Pero estoy bien —Paula sonrió—. De verdad.


Lorena asintió con la cabeza, pero no se movió.


—Verás, como observadora imparcial, diría que ustedes dos parecen quererse.


¿Cómo podía saber algo de ellos?


—Es más por uno de los lados.


—C. J. me contó que cuando estaban juntos se comportaban de una forma rara —la mujer sonrió—. Durante todo el día he observado que él intentaba no hacerte caso, pero te seguía con la mirada a donde fueras —se entristeció—. Lo siento mucho si mi llegada ha causado algún problema entre vosotros dos.


—No, Lorena, no es por tí. Pedro y yo tenemos nuestra historia y al encontrar a C. J. nos hemos juntado otra vez… Provisionalmente.


—Una pena. Parece un buen hombre. C. J. ha tenido suerte al encontrar un buen modelo masculino durante estas semanas — Lorena sonrió—. Además, he recuperado a mi hijo. No va a ser fácil, pero espero que con una terapia resolvamos lo que hizo su padre y lo relacionado con su abandono. Es difícil saber por dónde empezar —añadió con un suspiro.


—Todo saldrá bien, Lorena. Pueden quedarse aquí el tiempo que necesiten.


La mujer no pudo disimular su tristeza.


—No puedo instalarme en tu casa, no me conoces. Además, tengo que volver a Amarillo, a mi trabajo.


—¿Por qué? Dijiste que no tienes familia allí. C. J. ha hecho muchos amigos aquí y le va bien en el colegio, ya está casi la altura de su curso.


—Es listo —reconoció Lorena.


Entonces, Paula tuvo una idea.


—Lorena, si encontraras un empleo y un sitio para vivir en el pueblo, ¿Te plantearías quedarte?


La rubia negó con la cabeza.


—No puedo pagar el depósito de un departamento y, en cuanto al empleo, no sabría por dónde empezar.


Paula arqueó una ceja.


—¿Qué te parece mi departamento del pueblo? C. J. y tú podrían utilizarlo durante unos meses y yo podría tener algunos contactos para el empleo. No sabrás hacer colchas de retazos, ¿Verdad?


Lorena la miró con detenimiento.


—Mi abuela me enseñó hace años, pero soy una aficionada.


—¿Te apetece una taza de té? Te hablaré de Puntada con Hilo, la tienda de colchas de retazos que hay en el pueblo.


—Claro.


Fueron a la pequeña cocina, Paula llenó el hervidor de agua y lo puso al fuego.


—Florencia Alfonso es una buena amiga mía. Es la cuñada de Pedro y la encargada de la tienda —le explicó Paula—. Siempre está buscando alguna ayuda a tiempo parcial.


Paula también pensó en los empleos como camarera y, naturalmente, el primer sitio que se le ocurrió fue Alfonso’s Place. Quizá pudiese ayudar.


—Sabes que Pedro tiene un restaurante. A lo mejor tiene un empleo para tí.


Los ojos de color avellana de Loretta dejaron escapar un destello.


—Tengo años de experiencia en eso…


Paula sacó dos tazas del armario y puso las bolsitas de té dentro. Iba a servir el agua caliente cuando se oyó un ruido en el porche. Se detuvo. Había alguien allí fuera. ¿Habría vuelto Pedro?, se preguntó con emoción.


—¿Quién será? —preguntó mientras se dirigía hacia la puerta.


Ni siquiera se le había ocurrido pensar en algún peligro cuando abrió la puerta y se encontró con un desconocido. El miedo se apoderó de ella cuando se encontró ante un hombre que solo podía ser Cristian Jackson. Intentó cerrar la puerta de golpe, pero él puso la mano y la abrió violentamente.


—Vaya, vaya, tú debes de ser Paula Chaves.


—¿Qué quiere?


—Solo lo que me pertenece, mi familia.

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