lunes, 21 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 72

Era casi medianoche y Pedro iba de un lado a otro de su casa sin poder dormirse. No podía sacarse a Paula de la cabeza ni dejar de ver su expresión justo antes de marcharse. Fue a la cocina y sacó una cerveza de la nevera. La abrió y dió un sorbo. Era lo que menos le convenía en ese momento. Tenía que madrugar para ayudar a mover el ganado. Llamaron a la puerta y su hermano asomó la cabeza.


—Hola, he visto la luz encendida. ¿Pasa algo?


—No, bueno, es que hoy han pasado muchas cosas y sigo alterado —toda su vida era un lío—. Ha sido un día arduo y mañana me espera otro.


Federico se sentó en un taburete.


—Echarás de menos a C. J., como todos, pero tienes que alegrarte de que esté con su madre.


—Claro, si tú lo dices…


Federico se quedó un momento en silencio.


—Naturalmente, ya no tendrás una excusa para estar con Paula. Tendrás que buscarte otra cosa.


Pedro levantó bruscamente la cabeza.


—Muy gracioso.


—¿Por qué no reconoces que sientes algo por ella? —Federico levantó una mano—. No te molestes en negarlo.


—Nunca saldría bien.


—Esto es grave —Federico fue a la nevera, tomó una cerveza y volvió a sentarse—. Empieza desde el principio, quiero ver cómo muerde el polvo mi hermano y se enamora de una mujer.


Pedro no quería pensar en lo que sentía por Paula.


—No nos convenimos, nunca nos hemos convenido.


—Vaya… —Federico movió la mano con la botella—. ¿Desde cuándo ocurre esto?


Pedro le contó lo que pasó hacía tres años y su hermano dejó escapar un silbido.


—Tengo que reconocer que tienes muy buen gusto con las mujeres. ¿Paula siente lo mismo?


—Ahora, no lo sé —Matt dio un sorbo de cerveza y le supo amarga—. Seguramente sea lo mejor.


—¿Por qué? ¿Crees que un Alfonso no está a la altura de una Chaves?


—Claro que no. No sirvo para ir detrás de Paula a Austin y mucho menos a Washington.


—Creía que Paula se había presentado al Ayuntamiento.


—Es una Chaves y ellos van a Washington.


—¿Lo has hablado con ella?


Pedro se encogió de hombros y no dijo nada. Federico se inclinó hacia delante.


—¿Cuál es el verdadero motivo para que estés aquí y no con ella? ¿Son las pesadillas?


—A ella no le importan —él no podía olvidar cuando lo abrazó, pero lo dejó a un lado y miró a su hermano—. No lo he hecho bien en lo referente al largo plazo.


—Hombre, no te has quedado suficiente tiempo con una mujer para comprobarlo desde… —Federico se quedó pensativo—. ¿Desde Nadia? ¿No me dirás que se trata de esa animadora malcriada?


Pedro se acordó de aquella chica que lo volvió loco.


—No es solo ella.


Pedro se levantó y fue hasta la ventana que había encima del fregadero.


—También está mamá.


Le espantaba esa sensación de que le desgarraban las entrañas. Federico se acercó a él.


—Siempre has sido muy egocéntrico, hermanito. ¿Qué te hace pensar que eres tan especial que Ana Alfonso se marchó por tu culpa?


Pedro miró a su hermano y Federico se puso serio.


—También me abandonó a mí. ¿Crees que yo no me pregunto si se marchó por mi culpa? ¿Y papá? Ha tenido que cargar con el remordimiento de que su esposa lo abandonara a él y a sus hijos.


—Creo que nunca lo había pensado —recordaba la tristeza de su padre, pero nunca hablaban mucho de eso—. ¿Cómo lo has superado, Fede? ¿Cómo pudiste seguir adelante y amar a Florencia?

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