miércoles, 23 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 78

 Unos días más tarde, Paula entró en Puntada con Hilo con Lorena. Ese sitio le encantaba, pero nunca había tenido el gusanillo de hacer colchas de retazos.


—¿Qué te parece? —le preguntó a su nueva amiga.


—Es maravilloso.


Lorena, que había pedido que la llamaran Lore, parecía diez años más joven desde que volvió al pueblo. La guapa rubia solo era un año mayor que ella, pero el maltrato psicológico de su ex marido había conseguido que no se preocupara por su aspecto. Al parecer,


 —Alicia, la propietaria, tuvo una gran idea cuando vino al pueblo hace unos años. Ahora está casada con mi jefe, Antonio Casali, y como tiene dos hijos, ya no trabaja. Hoy conocerás a Florencia, la encargada.


—¿Puedo echar un vistazo? —preguntó Lorena con cierto nerviosismo.


—Todo lo que quieras.


Paula la dejó y fue a la habitación contigua, donde las mujeres del rincón de las costureras ocupaban la mesa habitual junto al escaparate. Allí encontró a su madre y a Norma. Sonrió al ver a su madre y Alejandra se levantó para abrazarla.


—¿Qué tal estás, querida? Hace días que no pasas por casa.


—He estado ocupada con el trabajo —acababa de mentir a su madre—. Iré este fin de semana.


Alejandra la miró a los ojos.


—No duermes. Sabía que habías vuelto demasiado pronto a tu casa.


—Mamá, cuando el sheriff terminó con la investigación, tenía que volver. No puedo dejar que ese hombre me expulse de mi casa —otra mentira. No era Cristian Jackson sino Pedro quien la desvelaba—. Estoy mejor.


Alejandra le acarició la mejilla.


—Es que siempre serás mi hijita y me preocupo.


Ella abrazó a su madre al saber lo afortunada que era por tener a su familia.


-Y yo te quiero por eso.


—Yo también te quiero, como tu padre. Él quiere ayudarte con las elecciones porque solo queda una semana.


—Sinceramente, mamá, ni siquiera lo había pensado.


Su madre la miró de una forma rara.


—De acuerdo. Ya sabes que, si quieres hablar de algo, estoy aquí.


Paula consiguió asentir con la cabeza porque tenía un nudo en la garganta y no pudo hablar. Se oyó cierto revuelo y se dió la vuelta para ver a Horacio Alfonso con una caja de comida. Sonrió, se acercó a Norma y la besó en la boca.


—Creo que debería traer comida más a menudo… —Horacio guiñó un ojo a Norma y se dirigió a las demás—. Hola, Alejandra —dejó la caja en la mesa y dió un abrazo a Alisa—. Qué maravillosa sorpresa. Además, ya que estás aquí, puedes ayudarnos a catar el nuevo menú para el almuerzo de Pedro.


¡No! No podía verlo.


—Gracias por la oferta, Horacio, pero no puedo quedarme.


—Horacio, está ocupada con la campaña. Aunque no tenga motivos para preocuparse.


—No he ganado todavía.


Además, tampoco estaba segura de querer seguir.


—Muérdete la lengua, hija —le ordenó Alejandra—. Claro que ganarás, eres una Chaves.


Ella vió a alguien por el rabillo del ojo, se dió la vuelta y se encontró con Pedro. Se le entrecortó la respiración al verlo hablar con Lorena. Él se rió de repente y ella sintió una opresión en el pecho. Pedro se volvió hacia ella y su sonrisa se esfumó mientras se acercaba. A ella le entró pánico y agarró su bolso.


—Mamá, de verdad, tengo que marcharme.


Pasó apresuradamente entre el grupo y cuando Pedro la llamó, ella siguió andando. Él vió que ella le decía algo a Lorena. Luego, fue hasta la puerta y desapareció sin mirar atrás. Pedro salió a la calle y miró a ambos lados de la calle. La vió al volante de su coche. Le hizo señas con la mano y la llamó, pero ella se alejó a toda velocidad. Soltó una maldición, le dolía que no soportara estar cerca de él. Se abrió la puerta de la tienda y su padre salió con gesto de preocupación.


—Hijo, ¿Te pasa algo?


—Algunas veces crees que estás haciendo lo correcto y te das cuenta de que has desperdiciado una ocasión.


Horacio miró hacia la calle principal.


—Hijo, yo he pasado por eso. La cuestión está en encontrar la manera de cambiarlo.


—Lo he intentado, pero ella no quiere hablar conmigo.


—¿Un Alfonso que se da por vencido? —Horacio señaló con la cabeza hacia la calle vacía—. Se te han dado muy bien las mujeres, pero una mujer que te importa es un asunto distinto. Depende de tí que el final cambie. Ve tras ella, hijo. Dile lo que sientes. Dile lo que sientes de verdad, prométele que la amarás toda la vida —Horacio hizo una pausa—. Es para toda la vida, ¿Verdad?


Pedro dudó, pero se dió cuenta de que nunca había querido estar sin ella.


—Sí, lo quiero todo con Paula.


Su padre volvió a sonreír.


—Ahora solo te falta convencerla de que eres el hombre perfecto para ella.


-Tienes alguna idea?


—Hijo, recibiste el encanto de los Alfonso, empléalo.

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