lunes, 14 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 58

 —Su vida también es muy ajetreada, Don Emprendedor.


—Sí, lo es la de los dos, pero creo que lo hemos hecho muy bien como padres postizos.


Él, sin embargo, sabía que si pasaba más tiempo con Paula Chaves, podría querer más, mucho más. No. El motivo para estar juntos se terminaría pronto y sabía que sería uno de los momentos más complicados de su vida.



Era el viernes por la tarde, dos días después. El fin de semana parecía no llegar nunca para Paula. Aun así, cuando salió de la oficina y vió a Leticia Peters, estuvo a punto de volver a meterse en el remolque. La mujer, de sesenta y cinco años, tenía el pelo gris y bastante corto por comodidad. Su cuerpo macizo y su ropa anodina reflejaban su personalidad.


—Paula.


—Hola, Leticia. ¿Qué te trae por aquí?


—Tenemos que hablar.


—Muy bien. ¿Qué quieres? —preguntó Paula como si no lo supiera.


—Es sobre esa disparatada idea que tienes de volver a abrir el club infantil. Nunca recaudarás suficiente dinero para rehabilitarlo. Habría que derribar el edificio.


—¿Por qué? La estructura es sólida.


—Es espantoso. Al Ayuntamiento le parece una mala inversión tirar el dinero ahí cuando será una sangría para el presupuesto del pueblo.


—Por eso voy a recaudar mucho dinero. Además, hay más dinero por ahí, dinero federal, estatal. Mi padre está buscando subvenciones.


Leticia sonrió, pero sin la más mínima jovialidad.


—Que seas una Chaves no te da derecho a meterte y decidir lo que le conviene al pueblo.


—Es un edificio vacío —Paula se quedó pensativa—. A no ser que ya tengas a alguien que quiera mudarse a esa zona…


—No hablo de asuntos municipales.


—¿Por qué? Las asambleas son públicas.


—Nunca podrás sacar adelante el proyecto tú sola. Por ejemplo, los costes de construcción son muy elevados. Además, el Ayuntamiento nunca aprobará un presupuesto para mantenerlo aunque se abran las puertas. Yo, como concejala, me ocuparé de que no se haga.


Paula no pudo evitar una sonrisa.


—Estás dando muchas cosas por supuesto. Todavía no te han elegido.


Ella dejó escapar un sonido despectivo.


—Llevo años siendo una concejala respetable. Los vecinos saben que pueden contar conmigo. Tú eres joven e inexperta.


—No estoy de acuerdo, Leticia. Te recuerdo que todo el mundo tiene un voto. No te olvides de los pequeños comerciantes ni de los vecinos con pocos ingresos, sobre todo, de los niños que necesitan ir a algún sitio durante el verano y después del colegio. Ya es hora de que esas personas opinen sobre dónde quieren que se empleen sus impuestos.


La mujer negó con la cabeza.


—Pues no van a tener ese edificio… Si se vende.


Paula estuvo a punto de dar rienda suelta a su furia, pero oyó que la llamaban. Se dió la vuelta y vió a C. J. y a Pedro que se acercaban.


—Pedro, ¿Qué haces aquí?


Él miró a Leticia con detenimiento y se puso al lado de Paula.


—C. J. quiere decirte algo.


—Paula, he acertado todas las palabras del examen final de ortografía —dijo el niño con una sonrisa.


—¡C. J.! ¡Es maravilloso!


Pedro apoyó una mano en los hombros del niño.

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