lunes, 7 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 41

Dos días más tarde se reunía el ganado del rancho Triple A. Pedro salió de su casa al alba. La vieja casa del capataz estaba incluida en el acuerdo de asociación con Federico. Dirigía todo lo relativo al ganado. Había tenido que acondicionar la casa de dos dormitorios pero, por el momento, era perfecta para él. Le daba tranquilidad y soledad después de volver del extranjero y, además, era suya. Federico se había casado con Florencia y tenían dos hijos y las viviendas separadas daban intimidad a todos. También era la primera vez que se asociaba con su hermano y no sabía si podría con todo, con ocuparse del rancho y abrir Alfonso’s Place. Afortunadamente, tenía a su capataz, Francisco, para cubrir sus ausencias… y a su familia. Su padre iría esa mañana al restaurante para conocer a Kevin, el nuevo encargado de la barra. Juntos surtirían al bar de alcohol y cristalería y Kevin podría aprender algunas cosas de los años de experiencia de Horacio. A él también la habría gustado estar allí pero, en esos momentos, su prioridad era llevar el ganado al mercado. Aunque no tenía muchos empleados, sí tenía que pagarles la nómina. También tenía que ocuparse de C. J. Se había encariñado de él, pero el chico lo ponía donde no quería estar, cerca de Alisa. Casi convivían en el único sitio que le hacía pensar en la posibilidad de volver a empezar algo con ella. Había conseguido mantenerse alejado de ella desde que volvió hacia un año y, de repente, en dos semanas, era como un imán para él. Peor aún, no le había importado pasar el tiempo con ella. Mal asunto. Paula Chaves no era para él. Procedían de dos mundos completamente distintos. Ella estaba entregada en cuerpo y alma a la gente y a distintas causas, necesitaba a un hombre que estuviera a su lado cuando saliera a dejar su impronta en el mundo. Paula, con su nombre, era perfecta para ese cometido. Solo necesitaba el hombre adecuado para que la ayudara a llegar ahí y no era él, un exsoldado con secuelas y vaquero con aspiraciones de tener un restaurante próspero. No se le daban bien las cosas permanentes como las relaciones a largo plazo. Oyó la puerta que se abría y a C. J. que salía.


—¿Por qué no puedo ir contigo? —le preguntó el niño.


Pedro se puso el sombrero. Ya habían hablado de eso durante el desayuno.


—Te lo repito: Porque va a ser una jornada muy larga a caballo. Montas bien, pero no tienes suficiente experiencia para reunir el ganado.


La tarde anterior, como Paula accedió a que se lo llevara a casa, salió a montar a caballo con C. J. y estaba impresionado de que el niño se manejara tan bien con un caballo. C. J. se había puesto un viejo sombrero texano de paja que él encontró en los establos. Le quedaba un poco grande, pero sirvió para el pequeño cowboy.


—No quiero quedarme con las chicas —se lamentó el niño.


Pedro lo miró.


—Ye te he dicho que puedes ayudar a marcar el ganado cuando volvamos.


—¿Lo prometes?


—Claro, lo prometo —contestó él entre risas—. A no ser que les crees problemas a Florencia o a la abuela Norma.


—No lo haré —replicó el niño antes de salir corriendo hacia la casa principal.


Una vez en la puerta del corral, se encontró con los otros seis hombres, su hermano entre ellos. Federico le dio las riendas de Pegaso, su caballo, que ya estaba ensillado y preparado.


—Gracias —Pedro comprobó las cinchas e hizo un ligero ajuste—. ¿No tienes que comprobar cómo crecen las uvas? — bromeó con su hermano.


—Las tengo adiestradas para que lo hagan solas, pero si no me necesitas…


—Creo que podré aguantarte.

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