viernes, 18 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 69

 —¿Seguimos pudiendo ir a montar a caballo?


—Te lo prometí, ¿No? —contestó Pedro con una sonrisa—. Yo no rompo las promesas.


Pedro no la miró. Ella creía que no hacía lo mismo con los corazones.


Era la tarde perfecta para dar un paseo a caballo y Paula esperó que también fuese el día perfecto para que una madre y su hijo volvieran a conectar. Llevó a Lorena a su casa para que dejara la bolsa mientras Pedro iba con C. J. a los establos del rancho Triple A para dar de comer a Nube Blanca. Cuando la invitada de Paula estuvo instalada, fueron a reunirse con los demás. Durante el trayecto, intentó no pensar en lo que había cambiado Pedro desde la llamada de esa mañana, pero lo tenía rondando por la cabeza. Le recordaba vagamente a lo que había pasado hacía tres años, era como si le hubieran dado una excusa para enfriar las cosas entre ellos. Cuando llegaron sonrió. Francisco había ensillado los caballos, entre ellos, a Dulcinea, la dócil yegua que ella había montado la otra vez, y a Carmela para Lorena. C. J. montaba a Frida, una pequeña yegua, y no disimuló las ganas de estar con Pedro. Sentía lo mismo, pero se ocupó de ayudar a Lorena, quien no era una amazona experta, aunque se defendía bien. Pedro y C. J. encabezaron el cuarteto. Él iba unos veinte metros por delante y casi ni la había mirado en toda la mañana. Sabía que estaba preocupado por C. J., pero ¿No podía dedicarle ni un instante? La voz de Lorena se abrió paso entre sus pensamientos.


—Se llevan muy bien, ¿No?


—Sí, desde el primer momento —confirmó Paula—. C. J. no quería saber nada de mí al principio, pero seguía a Pedro como su sombra. No te preocupes, es una buena persona y quiere a tu hijo —Paula miró a Lorena—. Ese pequeño también ha llegado a significar mucho para mí.


Lorena dejó escapar un suspiro tembloroso.


—Me alegro mucho de que lo hayan encontrado ustedes dos. No quiero ni pensar lo que habría podido pasar si no lo hubiesen encontrado.


Paula había pensado lo mismo.


—Nosotros nos alegramos de haberte encontrado. C. J. necesita a su madre.


Lorena esbozó una sonrisa triste.


—Espero poder arreglar todo lo que ha pasado.


—Dale algo de tiempo. Creo que, en el fondo, tu hijo sabe que no lo has abandonado de verdad, aunque Cristian consiguió lavarle el cerebro.


—Yo también he hecho mal muchas cosas —reconoció Lorena—. Debería haber dejado a mi marido mucho tiempo antes. Siempre se arrepentía cuando me pegaba y lo atribuía a la presión por su trabajo. Cuántas promesas me hizo y yo me las creí. No sabía que estaba contando mentiras a Ciro sobre mí.


—Es típico de un maltratador —la tranquilizó Paula.


—No es una excusa para quedarme. No tenía adónde ir si me marchaba. Era camarera y el restaurante donde trabajaba me ayudó a irme y a conseguir asesoría legal sobre el divorcio. Pedí ayuda para encontrar a Ciro, pero me daba miedo que Cristian hiciera un disparate —Lorena la miró fijamente—. ¿Es demasiado tarde para que recupere a mi hijo?


—Creo que no. Creo que C. J. sabe lo que sientes por él.


Paula se acordó de Pedro y de que su madre no quiso saber nada de él ni de su familia. Miró a Pedro y a Ciro, que se reían, y tuvo una sensación extraña en el pecho. Ese hombre sería un gran padre. Miró hacia otro lado porque sabía que tenía que dejar de soñar con un porvenir con él.


Esa tarde, a última hora, Paula llevó a Lorena y a C. J. a la casa. Mandó al niño a que se diera un baño y se alegró de que él no se resistiera como de costumbre. Diez minutos más tarde, tenía el pijama puesto y estaba acostado. Le dió un abrazo, algo que el niño no había consentido hasta hacía poco. Ella también los deseaba y, al parecer, se quedaría sin ellos cuando volviera con su madre. Iba a perder a dos hombres en su vida aunque, la verdad, nunca los había tenido. Lorena entró en el cuarto y los dejó para que la madre y su hijo estuvieran solos. Se fue a su dormitorio y ocupó la cabeza con algo de trabajo hasta que llamaron a la puerta principal. Intentó no emocionarse ante la posibilidad de que fuese Pedro. Seguramente, habría ido para ver a C. J.

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