lunes, 1 de septiembre de 2025

La Niñera: Capítulo 78

Estaba segura de que Pedro la amaba, pero en ningún momento se lo dijo. Ella tampoco se lo dijo a él, porque en su subconsciente seguía grabada la conversación que había tenido con la señora Cripps, sobre la niñera que habían tenido anteriormente. ¿Habría tenido una aventura con ella? Era bastante posible. Pero no le apetecía preguntárselo a él, ni tampoco se lo iba a preguntar a la señora Cripps. Por lo que siguió en la duda, preguntándose si ella era la última en la larga lista de mujeres que habían tratado de sacar a Pedro de su soledad. Lo que no entendía era el porqué no aceptaba la oferta de Paula. Sólo tendría que proponérselo, para que la otra fuera corriendo a su lado. Lo que sí estaba logrando, sin embargo, era alejarlo de ella y de los niños, en cada oportunidad que tenía. Según iba avanzando el tiempo, Paula se dió cuenta de que tenía que hacer algo. Aparte de la frustración que le producía el no poder estar con él el tiempo suficiente, había otra razón de peso por la que tenían que resolver aquella relación y resolverla rápido. Se había quedado embarazada y se quedó la primera noche que hicieron el amor. Su deseo había sido concedido y tenía que asumir las consecuencias. Sin embargo, conociendo a Pedro como lo conocía, si se lo decía, le pediría que se casara con él, porque pensaría que era lo que tenía que hacer en esas ocasiones. Actuaba de esa manera. Pero el problema era que ella no sabría si se casaba con ella por amor o porque llevaba un hijo suyo dentro. No podría vivir con aquella duda. Tenía que averiguarlo de alguna manera y la única forma de conseguirlo era forzar aquella situación, pero ¿Cómo? La ocasión apareció de forma natural. El primer fin de semana del mes de junio se celebraba una fiesta en la granja de sus padres. Paula siempre les ayudaba a prepararla y le había pedido a Pedro esos días, para poder ocuparse ella del puesto de pasteles y de la tómbola. Al empezar esa semana, él le dijo que tenía una serie de reuniones en Birmingham para la semana siguiente.


— ¡Pero ese fin de semana es cuando se celebra la fiesta! — protestó Paula.


—¿Qué fiesta? —respondió Pedro.


—Ya te lo dije hace tiempo. Necesitaba ese fin de semana para ayudar a mis padres.


Pedro se quedó sin saber qué decir por un momento.


—¿Y no puedes llevarte a los niños contigo?


—¿Otra vez? —le respondió—. Pedro, desde abril sólo he librado un fin de semana. Sólo uno. Soy su niñera, no su madre — añadió con tono amable—. Ellos te necesitan. Yo te necesito también. Y nunca estás con nosotros. No te vemos nunca, porque siempre estás en Birmingham.


Pedro se pasó las manos por el pelo y se apoyó en el sofá.


—Tengo que ir, Paula. Hay que supervisar todos los cambios.


—¿Durante el fin de semana? ¿Todos los fines de semana? —le preguntó Paula— . Dime una cosa, ¿Quién prepara las reuniones?


—Gabriela. Paula, no es lo que tú crees. Gabriela y yo... Bueno no somos...


—¿Qué no son Pedro? ¿Amantes?


Tragó saliva.


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