miércoles, 10 de septiembre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 13

 —Quédate con ellos. No deberías llevar tanto dinero encima.


—¿Quién dice que lo llevo encima? Voy a sacar el móvil de la mochila para mirar la hora, si es que se ve algo.


—¿Tienes un móvil?


—Sí: Móvil, ordenador y unas tijeras de podar. Esas son mis posesiones. Por eso no puedes denunciarme por tomar muestras de plantas de tu terreno sin autorización. Son las nueve menos diez. ¿Tienes hambre? ¿Te comerías una vaca?


—¿También llevas una de mis vacas en la mochila?


—Me duele tu tremenda falta de confianza en mi bondad, pero la respuesta es que no, al menos en esta excursión.


—No irás a colgar fotos mías en Internet, ¿Verdad?


—¿Crees que podría venderlas por un dineral y pagarme la matrícula de la universidad?


Estaba seguro.


—No voy a sacarte fotos en el estado en que te encuentras para venderlas al mejor postor. Si eso es lo que hace la gente de tu mundo, lo siento por tí.


—No te imaginas lo que la prensa publica sobre mí —dijo él tratando de explicarse.


—¿Así que no estás perdidamente enamorado de la esposa de tu hermano?


—Hace un par de años, mi hermano y yo quisimos comprar una empresa energética nacional. Ese rumor fue un intento de detener nuestra oferta pública de adquisición de acciones.


—Vives en un mundo brutal —afirmó ella.


—Así es.


—Tu cuñada es muy guapa.


—Además de inteligente y bondadosa. La conozco desde que nació, lo cual no quiere decir que esté enamorado.


—Tengo una chocolatina con coco y nueces de macadamia que podemos compartir —murmuró ella.


—Cómetela tú —dijo él, enfadado porque creyera las mentiras que se escribían sobre él.


—Perdona, pero tú también estabas dispuesto a pensar lo peor de mí, como que iba a hacerte fotos y a venderlas a la prensa para ganar una fortuna.


Tenía razón, pero tal vez pudieran volver a empezar. Extendió el brazo hacia ella y sus dedos chocaron con una parte redonda de su cuerpo, que sin duda era una nalga. Carraspeó y apartó la mano.


—¿Empezamos de cero? No suelo ser tan… Susceptible.


—Yo también estoy nerviosa. Siento haber repetido los chismes que se cuentan de tí. Son puras invenciones.


—Así es.


—¿Quieres más agua?


—Sí, por favor.


Notó el plástico de la botella en los labios. Agarró la botella y la mano de ella a la vez.


—Ya la sujeto yo.


—Un momento, voy a… Toda tuya. No bebas demasiada —le puso la mano en la frente—. Estás caliente.


—Me pasa con frecuencia.


—Estoy segura.


¿Flirteaban, se preguntó él?


—Me refiero a que tienes fiebre. No son buenas noticias. Creo que no debemos esperar a que alguien nos encuentre. Debo ir a buscar ayuda.


—En la cumbre de la colina habrá cobertura.


—Tal vez, pero el camino de subida está en muy mal estado. Pensaba subir, pero decidí no hacerlo. Aunque lo intentaré, si es necesario. Lo he hecho otras veces.


—¿Ah, sí? —era evidente que no desconocía aquella zona—. Llévame contigo.

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