lunes, 29 de septiembre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 48

 —Oye, Pedro —dijo Paula— ¿Te parece un buen trato que te lleve donde quieras ir mientras estés aquí, a cambio de que no pare de hablar, porque llevo una semana sin hacerlo con nadie?


—Es justo —dijo Brenda, ante el silencio de Pedro.


—Paula, ¿Me llevas a dar una vuelta para hacer unas fotografías previas del terreno, para tu página web?


—¿Mi qué?


—Y así me cuentas lo que has planeado para este lugar. Me encantaría saberlo. Soy socia comanditaria de las cabañas.


—El proyecto está en su fase inicial. De momento, me he centrado en las plantas. Pero me alegro de saber que no solo debo impresionar a Pedro. ¿Hay algún otro socio?


—No —dijo él agarrándose con fuerza a la barandilla del porche—. Y, desde luego, hazle una presentación del proyecto a Brenda.


—¿No vienes con nosotras?


—Después.


Era evidente que le pasaba algo, pero Paula no sabía qué podía ser. ¿Acaso no quería estar allí? Entonces, ¿Por qué había ido? Brenda bajó los escalones, cámara en mano, y echó a andar. Paula se despidió con la mano de Pedro y la siguió. Comenzó a explicarle sus planes, mientras Brenda hacía fotos. Le sacó un par a Paula.


—No me hagas fotos —protestó ella—. Estoy acalorada y sudada.


—No, estás preciosa. Muy auténtica. Serán perfectas para tu biografía en la web. Se me da muy bien crear páginas web, en el caso de que necesites ayuda,


—Primero tengo que hacer un buen trabajo porque, si no, aunque sea la mejor web de paisajismo del mundo, no me ayudará a montar mi empresa.


—Crearé una a modo de prueba. Lo haré con mucho gusto y con fotos.


—Sé lo que valen tus fotos. No voy a poder pagártelas. 


Brenda la enfocó y disparó una docena de fotos.


—Lo haré gratis.


—¿Por qué? Ni siquiera me conoces.


—No, pero conozco a Pedro y lo aprecio mucho. Por cierto, me alegro de que hablemos en privado porque quiero que lo vigiles. Le han dicho que tiene que descansar y tomarse las cosas con calma. Y no puede darle el sol en los ojos.


—¿Y lo has traído aquí?


—Lleva gafas de sol. Incluso tiene gafas protectoras, aunque es difícil que se las ponga en público. Tampoco puede hacer mucho ejercicio. Y tal vez alguna de las zonas que rodean las cabañas podría protegerse del sol y llenarla de olores y texturas.


—¿Te refieres a un jardín para ciegos? —de eso, Pedro no le había dicho nada.


—¿Cómo tiene la vista?


—Lo mantiene en secreto. Se adapta tan bien que es difícil pillarlo, pero creo que está peor de lo que da a entender. Quería advertirte, sobre todo, de que está malhumorado, frustrado por la lentitud de la recuperación, así que no te sorprendas si de vez en cuando se retira a una habitación oscura porque la cabeza o la pierna lo está matando. No va a decirlo por supuesto. Es fuerte.


—Ya.


—Federico es igual. Creen que no se debe mostrar debilidad.


—Entiendo.


—Y aquí llega mi esposo —Brenda alzó la vista hacia el cielo—. Llega pronto.

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