viernes, 19 de septiembre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 34

 —Más bien pensaba en revisarlos —Pedro se había dado cuenta de que ella estaba de mal humor y no sabía si se debía a que hubiera aparecido sin invitación. Pero se le daba muy bien animar a los demás.


—¿Qué tal el examen? —tal vez fuera ese el problema. Si ella necesitaba desahogarse, la escucharía.


—Fatal. No quiero hablar de ello.


—¿Qué quieres hacer esta tarde? Porque estoy aquí para hacerlo realidad. 


Era evidente que Pedro, multimillonario, de elevado cociente intelectual y diseñador de motores revolucionarios, no sabía lo que era el fracaso. Y aunque lo supiera, Paula no quería hablar del examen.


—Has venido.


—Te dije que lo haría. Y soy hombre de palabra —le sonrió—.Vamos a celebrar que has acabado el curso. Es importante.


—No en tu mundo.


Él se echó hacia atrás el sombrero que llevaba y ella le vió los ojos con más claridad. Eran verdes. Una cicatriz le partía la ceja.


—Parte del año vivo aquí, en Brisbane. Me gustaría mostrarte mi mundo, si quieres conocerlo. Pero hay un problema: Me tendrás que llevar a casa en la furgoneta. No puedo conducir. Sigo sin ver bien.


—¿Volverás a hacerlo?


—No se sabe —contestó el encogiéndose de hombros—. La vista me fluctúa, lo cual parece esperanzador. Pero dejemos de hablar de eso. ¿Nunca has querido cenar con un multimillonario herido? Podríamos ser como los protagonistas de Pretty Woman.


—¿Vas a sacar la tarjeta de crédito en todas partes para comprarme ropa y joyas y llevarme a sitios especiales, para que luego tus amigos digan que soy una prostituta?


—Podríamos prescindir de algunas cosas. No sé tocar el piano y no me dan miedo las alturas. El protagonista era un desastre. Y tenía problemas con su padre.


—¿Tú no?


—No. Mi padre era jugador y parece que un mujeriego, pero yo no me enteré hasta la muerte de mi madre, cuando él se desmandó, aunque lo atribuí a la pena. Mientras vivió,  mi padre la trató como a una reina. Sin embargo, ahora que lo pienso, no había demostraciones de cariño entre ellos, pero creía que se debía a lo reservados que son los aristócratas.


—Pues tú no pareces serlo mucho. No te lo tomes como un insulto.


—Gracias por la aclaración —dijo él sonriendo—. No me lo voy a tomar así.


—¿Has tenido suerte en la búsqueda de su hermanastra?


—No. Se han presentado muchas mentirosas. Y hemos hallado algo interesante: Mi padre dió a tu madre una importante cantidad en metálico cuando naciste.


Paula fue a decir algo, pero no lo hizo. Tenía escalofríos. No quería ser la heredera de los Alfonso. La ponía enferma pensar que pudiera ser la hermanastra de Pedro. Lo había besado. Y lo que había sentido no era propio de una hermana.


—Mi padre era un ganadero del norte.

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