viernes, 5 de septiembre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 2

 —Eso está bien.


—Desde luego. ¿Hay algo más que quieras saber sobre mi vida?


Federico levantó las manos para apaciguarlo.


—No quiero entrometerme.


—Si David vuelve a llamar, dile que no eres mi secretario.


—Ya lo he hecho, pero me interesaba saber qué pensabas.


—Según ellos, soy mezquino porque sigo resentido, pero no podía hacer otra cosa con respecto a la invitación. Mi regalo de boda para David y su novia son dos semanas de vacaciones con todos los gastos pagados en una isla de la barrera de coral. Mi secretaria se lo envió hace un par de días. Supongo que por eso ha llamado aquí.


—¿Los vas a mandar a nuestra isla?


—Claro que no. En cuanto llegasen subirían fotos a Internet de la casa en la playa. La novia de David es influencer en redes sociales.


—Pues qué bien —dijo Federico en tono seco.


—Les he reservado las dos semanas en una isla que no tiene nada que ver con nosotros. Si van, les encantará. Pero estate atento a los titulares que hablen de mi excesiva generosidad, mi monstruosa falta de sensibilidad o de las dos cosas.


—Los enmarcaré y te los mandaré. Ambo sonrieron.


—Lo cierto es que deseo que el matrimonio de mi amigo sea feliz. Lo deseo para él y, por supuesto, para mí.


Era lo más cerca que había estado, en años, de reconocer su soledad. Federico suspiró y se agarró la nuca, lo que indicaba que le incomodaba el giro que había tomado la conversación.


—Entonces, ¿Te quedas o te vas?


—Me voy en cuanto recoja las magdalenas y me despida de tu esposa y tu hija. ¿Te das cuenta de que les caigo mejor que a tí?


—Si me lo creyera, te mataría de un tiro.


—Eso es lo que dices, pero ¿Lo harías? 


Federico hizo una mueca.


—Dicen que la práctica hace al maestro.


Era una prueba de la sólida relación que había entre ellos, que les permitía hablar del incidente por el que Federico había pasado varios años en la cárcel cuando estaba en la veintena. Por otra parte, Pedro sospechaba lo sucedido la noche del tiroteo, pero, por más que había intentado que Federico se lo contara, su hermano se había negado. Cuando era más joven, esa falta de confianza le había dolido. Ahora comprendía mejor lo que la gente debía y no debía saber.


—Se avecina una tormenta de arena —repitió Federico—. ¿No has dicho que te ibas?


Así era. No esperaría a comprobar en Internet la previsión del tiempo. Además, ya veía que la tormenta estaba llegando.


—Hasta dentro de una semana.


—La casa está preparada y aprovisionada para tí.


—No deberías haberte molestado.


—No lo he hecho. Rosa vino la semana pasada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario