—¿Quién anda ahí?
Apareció una mano por detrás del sofá a la que siguió el resto del cuerpo de una joven apenas salida de la adolescencia. En la otra mano tenía una escoba y un recogedor, medio lleno de cristales rotos.
—Hola —dijo en voz baja—. Rosa me ha mandado a barrer los cristales de un jarrón que se ha roto. Era lo que estaba haciendo cuando han entrado, así que he decidido no interrumpir su importante conversación.
—¿La ha mandado Rosa? ¿Quién es usted? —a Pedro le resultaba conocida, sobre todo su voz.
-Paula Chaves.
¿Debía sonarle?
—Soy la sobrina de Rosa. Me ha dicho que necesitarían ayuda hoy, así que aquí estoy. A Brenda le ha parecido bien. De niña, acompañaba aquí a mi tía, durante las vacaciones de verano.
Era cierto, pensó Pedro, que, hacía mucho tiempo, Rosa aparecía acompañada de algún sobrino. De repente recordó a una niña descalza limpiando cristales con un trapo y mucha energía. Cuando acababa sus tareas, se entretenía haciendo carreras con coches de juguete. Y si se le olvidaban los cochecitos o los había perdido, dibujaba en la tierra utilizando lo que tuviera a mano. Más de una vez se alejaba demasiado de la casa buscando tierra de otro color, y Rosa lo mandaba a buscarla. Él era un adolescente y ella debía de tener siete u ocho años.
—Hacías jardines de rocas.
—Así es —sonrió y a él lo asaltaron más recuerdos.
Esa alegre sonrisa… Se volvió hacia su hermano.
—¿La recuerdas? Puede que viniera cuando estabas en la cárcel.
—Tú tampoco te acordabas de mí hasta que te he recordado quién era, listillo. Así que no te creas tan inteligente —dijo ella.
Federico tosió para disimular la risa.
—¿Qué has oído de nuestra conversación?
—Toda. No estoy sorda.
Federico volvió a reírse. Pedro no hizo caso de su hermano.
—¿Quién crees que debería dar el discurso?
—Oye, que solo soy una empleada. No me preguntes eso.
Su voz… Se frotó la cicatriz de la cabeza. A veces le picaba con desesperación.
—Aunque tu hermano tiene razón al decir que la gente quiere comprobar que estás bien —prosiguió ella—. ¿Por qué no se levantan los dos y uno da la bienvenida, mientras que el otro dice lo que tenga que decir? A todo el mundo le gusta ver unida a una familia.
Pedro miró a Federico.
—Tiene lógica.
Algo chocó contra una superficie sólida y Pedro notó movimiento a su alrededor.
—¿Qué ha sido eso?
—Eso es uno de los motivos por los que estoy aquí —dijo Paula volviéndose hacia una de las ventanas—. Me han ordenado que lo encierre en el cuarto de baño de arriba cuando lo atrape. Se ha escapado, creo que debido a un error humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario