Pedro se apoyó en el parachoques de la camioneta de Paula y esperó a que ella se le acercara. Ella lo vió desde lejos y él observó que se detenía durante unos segundos y que agarraba con más fuerza la cartera, pero agachó la cabeza y siguió andando. La había dejado en paz para que estudiara sin distraerse y había averiguado todo lo posible sobre ella. Era hija de padre desconocido y su madre había muerto. Tenía padrastro, un hermanastro más joven y vivía en una casa que su madre había comprado hacía veinticinco años. Rosa le había dicho que no era bien recibida en su casa, por lo que siempre que volvía a Barcoo, la ciudad en la que había crecido, se alojaba en la de su tía. Paula se aferraba a la idea de que, si estudiaba y se esforzaba, conseguiría abrirse camino. Era obstinada, decidida e independiente. Había rechazado su gratitud y su dinero y no concedía mucha importancia al beso que se habían dado. No quería que la ayudara, a pesar de que le serviría para hacer realidad sus sueños y le proporcionaría seguridad económica. Al pedirle a Rosa más información sobre ella, su tía le dijo que la madre se había casado con un mal hombre que le había destruido la autoestima hasta convertirla en un fantasma de lo que había sido. A Paula la azotaba con el cinturón; tenía cicatrices internas y externas que lo demostraban. Pasó una infancia casi privada de afecto. Rosa le había pedido que no le hiciera daño y él prometió que no se lo haría. Quería facilitarle la vida.
En los medios de comunicación él aparecía como un playboy, el hermano menor del peligroso ex convicto y multimillonario Federico Alfonso y segundo hijo de un aristócrata. Y durante un tiempo, Pedro había hecho honor a su fama, gastando dinero en bellas mujeres, a las que luego presentaba a multimillonarios y barones solteros que se hallaban por encima de él en la escala social. Al conocer a Candela, creyó que sería distinto. Ella no quería su dinero, sino su reputación, su poder y que sus objetivos fueran los mismos que los de ella. Al no conseguirlo, se propuso destruirlo. Después de aquello, se había hartado aún más de las relaciones sociales y rara vez confiaba en otra persona. Pero Paula…
—He recibido los planos de los alrededores de las cabañas ecológicas —dijo, cuando ella se detuvo ante él—. Quieres introducir agua, lo cual aumentará la fauna, que asustará a los turistas de ciudad.
—Me dijiste que las cabañas serían para científicos y ecologistas — contestó ella sonriendo levemente—. Seguro que no tienen problemas.
—Debería ser así, pero la experiencia indica lo contrario.
—Entonces, no uses los planos.
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