lunes, 22 de septiembre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 37

Diez minutos después, tras las indicaciones de Pedro, llegaron a una especie de taller en el centro de Brisbane. Las puertas estaban abiertas y Paula vió varios vehículos en el interior.


—Entra. Creo que el aparcamiento número tres estará vacío.


—¿Qué es esto?


—El lugar donde mi equipo convierte los coches en vehículos eléctricos. No te preocupes. Probablemente el tuyo sea imposible de reconvertir. Pero aquí trabajan mecánicos e ingenieros que pueden echarle un vistazo y dejártelo en buenas condiciones.


Paula estacionó en la plaza indicada. Pedro se bajó inmediatamente para hablar con un hombre de cabello castaño y barba canosa. Ambos se volvieron cuando ella se acercó.


—Ari, te presento a Sergio. Es quien examina mis diseños de motores y me dice que estoy soñando.


—Hola —dijo Sergio—. Echaremos un vistazo a la camioneta y te llamaremos cuando esté lista. Mientras tanto, vamos a darte un vehículo de repuesto, a petición de Pedro.


Sergio los condujo hasta un todoterreno que parecía nuevo y les hizo una descripción técnica del vehículo de la que Paula no entendió prácticamente nada, aunque no dejó de asentir. Ambos la miraron con expresión divertida.


—¿Qué pasa? Estoy admirando un coche que puede circular por esta zona. Espero que me lleve donde quiero ir.


—Muy bien, porque he pedido que te lo preparen especialmente para tí —dijo Pedro abriéndole la puerta del conductor—. Incluso sin haber hallado el modo de convencerte para que lo aceptes. Aún.


Paula echó la cartera al asiento, se agarró a un asidero y se montó. ¿Cómo iba a rechazar un regalo que le permitiría desplazarse por aquella zona? Pedro se quedó donde estaba, con los brazos cruzados.


—¿Quieres que le pongan un estribo?


—Solo lo voy a conducir hoy, con independencia de lo que te imagines. 


Ella aspiró el olor a nuevo y observó todos los accesorios.


—Supongo que no será de conducción automática.


—No, a menos que quieras, aunque creo que el equipo lo ha programado para serlo. Pero hay que probarlo en el desierto.


—¿Es otro prototipo?


—Todo lo que sale de este taller es un prototipo.


El vehículo era muy fácil de conducir, además de muy cómodo. Las ventanas quedaban perfectamente cerradas y no se oía silbar el viento, el salpicadero no crujía y el aire acondicionado funcionaba de verdad. Solo por ese detalle, los principios de Paula comenzaron a flaquear.


—¿Es fácil de conducir? —preguntó él.


—Me parece que soy una princesa en su carroza dorada. Buen trabajo.


La suave risa de él la alegró. ¿Qué tenía aquel hombre que la hacía desear mucho más?

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