¿Era la mujer de la tienda de campaña? Él había revelado que alguien lo había cuidado antes de que llegara el helicóptero. Y había publicado un comunicado para que la persona se diera a conocer y tuviera su recompensa. ¿Por qué no lo había hecho?
—Eres muy generoso, Pedro —dijo Rosa.
Paula asintió sin decir nada. Él se dirigió a la puerta. Por suerte, ya no tenía que usar bastón para caminar ni se chocaba con las paredes por no ver bien. Un hombre tenía su orgullo, incluso cuando lo rechazaban; sobre todo cuando lo rechazaban. ¿Por qué ella no le había dicho nada?
—¿A qué ha venido eso? ¿Siempre es tan servicial? —preguntó Paula con los ojos muy abiertos y una expresión inocente, que no engañó a Rosa, pues no era estúpida.
—Reid siempre ayuda, si puede. Nobleza obliga —Rosa llenó de agua una vasija y le dijo a Paula que la llevara al cuarto de estar del piso de abajo.
—Muy bien. ¿Has visto los prados? —preguntó inmediatamente Paula, dispuesta a hablar de lo que fuera salvo de su encuentro con Pedro y a no reconocer que desearía haberle agarrado la mano y decirle una ridiculez como «Hola, soy yo»—. Hay tantas cosas, aviones, tiendas de campaña, todoterrenos, luces, guirnaldas, sin olvidar los aseos portátiles y la tienda de primeros auxilios, que parece un festival.
—Ha ido ganando importancia con los años, como todo lo que tocan los hermanos Alfonso —Rosa miró a Paula con el ceño fruncido—. ¿Por qué has rechazado la oportunidad que te ha ofrecido Pedro?
—Porque me ha parecido lo correcto.
—Dijeron que había muerto de camino al hospital.
—¿Qué?
—Me lo dijo Brenda. No se ha hecho público, pero el corazón se le paró tres veces en el helicóptero. Pedro es un hombre divertido, incluso cuando las cosas se tuercen. Tuvo que aceptar responsabilidades desde muy joven y eso lo hizo madurar. Pero era fuerte, y creo que ve la misma fuerza en tí.
—Ni siquiera me conoce —lo cual no era del todo verdad.
—Las cabañas ecológicas fueron el primer negocio en el que tuvo éxito. Le siguen importando. Faltan dos semanas para los exámenes y casi un mes para que empieces a trabajar en el vivero. Podrías hacer planos para los jardines antes de irte. Al menos, echa una ojeada al terreno y proponle algo. Si lo sorprendes, no podrías comenzar mejor tu carrera.
—No hablaba en serio -buscaba que ella confesara o tal vez le ofrecía una recompensa por los servicios prestados. «Invertir» en ella no tenía nada que ver con su potencial, sino con la gratitud que él sentía.
—Claro que hablaba en serio. Al menos deberías pensártelo.
Era ella, el ángel que con la tienda, las vendas y los analgésicos le había salvado la vida; la que lo había acariciado y hablado cuando lo necesitaba, contándole cosas de su vida; la que lo había dejado para buscar ayuda. Pero Federico lo había encontrado y, cuando ella volvió, la tienda estaba vacía.
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