Cuando un equipo fue a limpiar la zona del accidente, la tienda y cualquier otro rastro habían desaparecido. Era como si ella nunca hubiera estado allí. Y seis meses después del accidente, su salvadora no había aparecido.
—La he encontrado —dijo Pedro a Federico.
—¿A nuestra hermana?
—No, a la mujer de la tienda de campaña.
Federico lo miró con recelo. Sentado al lado de su cama, en el hospital, había oído a su hermano delirar sobre «La voz». Y cuando por fin se despertó, se quedó perplejo porque, al pedirle Pedro que le diera la mano, le dijo que no quería esa mano, sino la otra. Ante la insistencia de Pedro, había concedido una entrevista al periódico local para, en nombre de la familia, dar las gracias a la persona desconocida que había cuidado de él.
—He encontrado a la mujer que me salvó la vida. Es Paula, la sobrina de Rosa.
—¿Te lo ha dicho ella?
—No, pero todo encaja. Si pudiera meterla en una habitación a oscuras, tocarla y conseguir que hablara conmigo, estaría completamente seguro.
—Es un plan perfecto para que te acusen de agresión —Federico rió, pero dejó de hacerlo al mirarlo a los ojos—. Así que lo dices en serio.
—Es el único modo de saberlo.
—Podrías preguntarle, sencillamente, si es la mujer de la tienda.
—Le he dado la oportunidad de confesarlo. Le he ofrecido trabajo, una beca, alojamiento. Me he inventado un puesto para ella, que no ha aceptado —¿Se notaba su enfado? Desde el accidente tenía mucha menos paciencia. Cuando se te presentaba una oportunidad, había que aprovecharla—. ¿Por qué no ha querido aprovecharlo?
—Cálmate, Pedro. No sabes si es ella.
—Lo sé.
—Estabas inconsciente cuando te encontramos y tenías mucha fiebre. Fue uno de los momentos más terribles de mi vida.
—Es ella.
—Entonces, habla con ella, pero no inmediatamente —dijo Federico en el momento en que apareció Brenda, con un vestido de baile cuyos colores imitaban los de una puesta de sol—. Tenemos que dar un discurso. Yo saludo a la gente y tú le dices que tenemos una hermana a la que estamos buscando.
—Sí, que vengan las impostoras —aparecerían muchas—. Hola, Brenda.
—¿Estás listo? —preguntó su cuñada sonriendo.
No había sido fácil tomar la decisión de revelar la infidelidad de su padre y buscar a su hermanastra. Las pruebas de la infidelidad paterna consistían en la retirada de una importante cantidad de dinero y en dos cartas que Brenda había encontrado el año anterior al renovar la bodega. Habían hablado de buscar a su hermana de forma privada, pero carecían de pistas.
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