—Estás jugando conmigo —era lo que hacían los playboys.
—No.
—Eres un playboy y eres rico. Puedes tener a quien quieras. ¿Por qué a mí?
—No soy un playboy, por mucho que insista la prensa sensacionalista. Soy lo bastante inteligente para saber cuándo he descubierto algo que merece la pena. Y nosotros sentimos algo en aquella tienda. Y es algo que quiero explorar.
—¿Y si ha desaparecido?
—No lo ha hecho. Besarnos lo demostrará. Es una prueba. Soy ingeniero y a los ingenieros nos encanta hacer pruebas.
Ella no entendía nada. Le miró los tentadores labios y se preguntó qué se sentiría al recorrerlos con los dedos y probarlos con la lengua. Era innegable que se sentía tentada.
—Solo un beso y, si no nos parece bien, se acabó.
—De acuerdo.
Él le puso un dedo en la barbilla y se la apretó suavemente para levantarle la cabeza. Paula cerró los puños para no tocarlo, por si el beso estaba a la altura de sus imposibles expectativas.
—No sé qué crees que va a suce… —no pudo acabar la frase, porque los labios de él se posaron en los suyos provocándole una oleada de sensaciones.
La conexión que se había imaginado en la tienda se hallaba en ese beso. Él le puso las manos en los hombros y se las deslizó por los brazos hasta llegar a las manos, que abrió para ponérselas en el pecho, donde el corazón le latía con fuerza. Y el beso continuó, invitándola a un viaje tan lleno de promesas que la hizo temblar. Las lenguas se entrelazaron y él la atrajo hacia sí, sin que ella hiciera nada para evitarlo. Le encantó estar en sus brazos, apretada contra su cuerpo, y el modo en que la saboreaba, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Acabó de besarla en silencio, le tomó el rostro entre las manos y apoyó la frente en la de ella, mientras respiraban agitadamente y el corazón les latía desbocado. Y aunque ella no creía en el amor al primer beso, se dió cuenta de que aquel tenía la intensidad de un rayo.
—Entonces… —se separó de su cálido y musculoso cuerpo.
—Entonces… —dijo él, que parecía muy satisfecho.
—Si inicio una relación contigo, lo más probable es que acabe sin nada. Tengo exámenes y un futuro por el que me estoy esforzando. No puedo abandonarlo simplemente porque tus besos me encanten. Tengo que volver al trabajo.
—En realidad, no hace falta que trabajes esta noche, pero haremos las cosas a tu manera —se apartó de la puerta y la abrió—. ¿Cuándo acabas los exámenes?
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