miércoles, 2 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 40

Pedro la observó mientras ella daba un sorbo con la cabeza inclinada hacia atrás y el esbelto cuello estirado. Se acordó de cómo la había besado hasta que se estremeció, de cómo había susurrado su nombre mientras se deleitaba con cada centímetro de ella. Miró a otro lado y también dio un sorbo.


—Pedro, ¿Te pasa algo?


—No, estaba pensando en la recaudación de fondos.


Ella sacudió la cabeza.


—No voy a obligarte a que cumplas tu oferta. La inauguración de Alfonso’s Place es una noche especial. El restaurante y tu familia deberían ser el centro de atención.


—Mi padre y yo lo hemos hablado. El club infantil es importante para el pueblo. En realidad, creemos que eso podría llevar a más gente, aunque solo sea por curiosidad.


—Será algo más que curiosidad.


Pedro se apoyó en la encimera para parecer relajado.


—Hay mucho apoyo e interés en la posible reapertura del club. Las mujeres de Puntada con Hilo van a donar dos colchas de retazos. Podemos hacer una rifa. Podemos añadir algunas botellas de Alfonso’s Legacy y cupones para comidas gratis. Podríamos sacar algún dinero.


Él asintió con la cabeza.


—Hemos hablado de dar algunos aperitivos gratis con cerveza y una cata de vino, claro.


A Paula le pareció que estaba emocionándose con la ida.


—Estoy segura de que Yanina donaría algunos helados —Paula lo miró—. Está ayudándome con la campaña y veré qué puede hacer para anunciar el acto.


—Todavía son amigas íntimas, ¿Eh? Me acuerdo de cuando eran inseparables en el instituto.


Paula se quedó impresionada. Ellas solo eran unas novatas cuando Pedro ya era el veterano más codiciado.


—¿Te acuerdas de nosotras?


Él esbozó su sonrisa marca de la casa.


—Lo suficiente para saber que tenía que mantenerme al margen. Eras una tentación prohibida, eras menor. Eso por no hablar de tu padre y de tu protector hermano.


Pedro había omitido comentar que, además, estaba saliendo con Nadia Haynes, la animadora principal. Su padre tenía una pequeña fábrica a las afueras del pueblo y a Nadia le gustaba ser la hija rica y malcriada.


—Parecías muy ocupado con tu novia.


—Agua pasada —replicó Pedro con el ceño fruncido.


—Te alistaste en el ejército justo después de la graduación — comentó ella con curiosidad.


—Era lo que tenía pensado.


Entonces, ella se acordó de que había oído decir que había perdido la beca. Pedro miró hacia otro lado y se apartó de la encimera.


—¿Se te ocurre alguien más que esté dispuesto a donar algo?


Evidentemente, no quería hablar del pasado.


—Se lo preguntaré a Yanina. ¿Cuándo es la inauguración?


—Dentro de doce días, el sábado veintidós. Es posible que haya algunas cosas sin rematar, pero tendré cocinero, alguien en la barra y cuatro camareras.


—¿Puedo hacer algo? Quiero decir, puedo fregar vasos, limpiar la barra, amontonar cosas.


—No. Si no recuerdo mal, tú también tienes mucho trabajo con Vista Verde —Matt señaló con la cabeza hacia el dormitorio—. Además, está C. J.


—Ayudar al niño es lo más fácil. Tú también le has dedicado tu tiempo. Sin embargo, la inauguración es igual de importante.


—Hablando de todo un poco, este fin de semana tengo que reunir el ganado de Triple A.


—¿Cómo vas a hacerlo? —preguntó ella parpadeando.


—Con ayuda. Con vecinos y un buen capataz.


Pedro sabía que no daba abasto. Todo lo que tenía que hacer era muy importante pero, al mirar a Paula en esos momentos, no podía pensar en otra cosa que no fuese ella. Por eso tenía que largarse inmediatamente. Sería un disparate plantearse siquiera intentar retomarlo donde lo habían dejado. El problema era que no hacía mucho caso de sus propios consejos.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 39

Esa tarde, a última hora, Paula llevó a C. J. en su coche y Pedro los siguió en su camioneta. Cuando llegaron a casa de Paula, ésta dejó que él se ocupara de bañarlo y acostarlo mientras ella terminaba el trabajo que le quedaba. Estaba en la cocina, repasando los turnos de las cuadrillas para el día siguiente, cuando oyó que C. J. la llamaba. Se dio la vuelta y lo vió en la puerta con el pijama puesto y el pelo todavía mojado del baño.


—Ya estás preparado para acostarte…


El niño ya estaba mejorando aunque llevara tan poco tiempo allí. Se había cortado el pelo y se había puesto ropa nueva y la diferencia era muy grande. Todavía tenía que engordar un poco pero, a juzgar por cómo había comido, eso lo conseguiría pronto. C. J., se acercó a ella y la miró con sus ojazos marrones.


—Gracias por ayudarme con la tarea.


—De nada —replicó ella intentando disimular la sorpresa.


El niño estaba radiante pero, aun así, mantenía cierto recelo que ella atribuyó a la influencia de su padre y al abandono de su madre. Al parecer, era algo en lo que se parecían esos dos varones. Ella no podía saber qué era eso. La gente pensaba que su vida había sido perfecta, la de una niña rica que había tenido de todo. Sin embargo, su padre había estado ausente mientras fue senador. Volvió a prestar atención al niño.


—Tú también has trabajado mucho hoy.


—No quiero ir al colegio de verano. La señora Cooper dice que tendré que ir si no trabajo mucho ahora.


—Entonces, creo que vamos a tener que conseguir que alcances a los niños de tu clase.


C. J. asintió con la cabeza y empezó a marcharse, pero se paró y se dió la vuelta.


—Gracias también por llevarme a tu trabajo —el niño miró hacia otro lado—. Fue guay.


Ella se sintió emocionada.


—Bueno, me alegro de que te gustara. Si mañana también salimos temprano, podemos volver a pasar por la obra. ¿Crees que estarás preparado a las siete?


—Claro —contestó él con los ojos muy abiertos.


Pedro lo llamó y C. J salió corriendo. Ella se quedó pensando cuál habría sido el motivo de ese cambio en él. Recogió los papeles del trabajo porque no pensaba pasar otra noche con él. No podía permitir que pasara lo que había pasado la noche anterior. Si él iba a quedarse allí por C. J., perfecto, pero no podían tener otra aventura. Creyó que lo había eludido hasta que él salió al pasillo desde el cuarto de baño y se chocaron. Estuvo a punto de dejar caer los papeles que llevaba debajo del brazo.


—Perdona…


Ella fue a retroceder cuando notó la mano de Matt en el brazo.


—Vaya, tienes prisa.


—Quiero terminar algunas cosas del trabajo.


No pensaba reconocer el motivo verdadero. Sobre todo, cuando él llevaba una camiseta ceñida que dejaba ver sus brazos musculosos y su pecho granítico.


—Tú también estarás agotado. Has tenido mucho trabajo estos días.


—Nunca me había imaginado que hacer de padre fuese tan agotador —los ojos azules de Pedro dejaron escapar un destello—. Tómate una cerveza antes de que me marche a casa. Quiero hablar contigo.


Era una idea nefasta.


—Claro, ¿Por qué no?


Paula dejó los papeles en su cuarto y lo acompañó a la pequeña cocina. Pedro fue a la nevera y sacó dos botellas de cerveza que había llevado además de algo de comida.


—Creo que podríamos hablar de la recaudación de fondos — Pedro abrió las cervezas y le dió una a ella—. Sigues prefiriendo beber de la botella, ¿Verdad? —le preguntó con una sonrisa.


¿Él se acordaba?


—Sí —contestó Paula.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 38

Entonces, su padre entró repentinamente. Horacio Alfonso siempre había sido un hombre sonriente y simpático, pero nunca había parecido tan feliz como desde que se casó con Norma. Federico, su hermano, estaba igual después de casarse con Florencia. A Pedro le gustaban las mujeres que habían elegido. Se alegraba por ellos. Él seguía disfrutando su vida de soltero… O, al menos, la había disfrutado hasta que empezó a trabajar en dos cosas.


—Hola, papá. ¿Qué te trae por aquí?


—He pensado que podrías necesitar algo de ayuda —Horacio miró alrededor—. Está muy adelantado. Siento no haber venido desde hace tiempo.


—Estás ocupado. Además, es mi negocio.


—He oído decir que tienes otra responsabilidad más. ¿Dónde está ese jovencito?


—C. J. está en la cocina. Perdona, pero todo pasó tan deprisa que no tuve tiempo de contártelo. El niño dijo que Juan y tú lo dejaban trabajar aquí.


Horacio negó con la cabeza.


—El asunto es que el niño acabó en la cocina porque su padre se sentaba en el bar y, algunas veces, no le había dado de comer. No fue un acto de caridad. Juan lo puso a barrer y de vez en cuando sacaba la bolsa de la basura.


—Entonces, ¿Conociste a Cristian Jackson?


Su padre se encogió de hombros.


—Llegué a saber la marca de cerveza que bebía y que le gustaba hablar con cualquiera que lo escuchara. También ví su mal genio. Si su padre lo ha abandonado, es posible que sea lo mejor para el niño.


—¿Comentó alguna vez algo sobre algún familiar?


Horacio se frotó la nuca.


—Cristian solo estuvo unos meses y solo habló de sí mismo y de que iba a trabajar en una plataforma petrolífera del Golfo.


—¿Crees que se ha ido allí? —preguntó Pedro con las cejas arqueadas.


—No lo sé, pero sí sé que el niño está mejor sin él —Pedro asintió con la cabeza y su padre siguió—. También he oído decir que Paula te ha ayudado con el niño.


—Sí. Solo hasta que encontremos a algún familiar. Entonces, ella seguirá su camino y yo, el mío.


La puerta de la cocina se abrió súbitamente y Paula entró. Pedro no pudo evitar mirarla fijamente. Llevaba una falda vaporosa que le llegaba justo por encima de las rodillas y unas sandalias con tacones que le resaltaban las preciosas piernas. Su camiseta sin mangas de punto era de color marfil y llevaba un cinturón que le realzaban la delicada cintura y los pechos. El pelo estaba recogido detrás de la cabeza y sus rasgos hispanos eran inconfundibles. No iba vestida así cuando salió esa mañana.


—Paula, ¿Qué haces aquí? —consiguió preguntar él.


Ella parpadeó.


—Estaba ayudándole a C. J. con las Matemáticas. Estabas ocupado cuando vine y no quise molestare —se acercó a Horacio y le dió un abrazo—. Hola, guapo.


—Hola, preciosidad —Horacio le dió un beso y también la abrazó—. ¿Qué tal está mi futura concejala favorita?


La sonrisa de ella iluminó sus ya preciosos rasgos.


—Me encanta tu optimismo. Estaba por ahí intentando captar algunos votos.


—Tienes el mío y también vamos a ayudarte a reunir muchos más. Aquí está tu recaudador de fondos, ¿Te acuerdas? —Horacio se dirigió a Pedro—. ¿Qué dices, hijo? ¿Todavía estás dispuesto a apoyar la causa?


—Claro. ¿Por qué no lo hacemos la noche de la inauguración?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 37

Antonio Casali también había sido un niño abandonado y en esos momentos era un hombre adinerado e influyente en la zona, un millonario que había salido de la nada. Empezó como ranchero y ya tenía una enorme extensión fuera del pueblo, el rancho A/A. se había casado con Alicia Cole, la propietaria de Puntada con Hilo. Antonio no se había olvidado de sus orígenes y quiso ayudar a Kerry Springs haciendo casas asequibles. Así nació Construcciones AC y Paula tuvo la suerte de ser la directora del proyecto.


—¿Ella es la jefa de todos ellos? —preguntó C. J. señalando a la cuadrilla que trabajaba en los cimientos.


Antonio asintió con la cabeza.


—Paula dirige todo lo que pasa por aquí y lo hace muy bien. Además, todos los hombres la respetan —Antonio se agachó y bajó la voz—. Eso es algo que tienes que aprender, hijo. Respeta siempre a una mujer, aunque solo sea eso.


C. J. lo miró fijamente.


—Mi papá decía que las mujeres solo sirven para hacer bien una cosa.


Antonio le rodeó los pequeños hombros con un brazo.


—Te diré que tu papá se equivoca en eso. Conozco a muchas mujeres que hacen muy bien muchas cosas. Paula es una de las especiales. Creo que llamó a su papá para que te ayudara a quedarte con Pedro. No se merece que hables mal de ella. ¿Entendido?


C. J. asintió con la cabeza y miró por encima de su hombro. Paula vió esos grandes y tristes ojos marrones. Ese niño lo habíapasado mal y prefería no saber cuánto.


Treinta minutos después, Paula entró con C. J. en el despacho de la directora del colegio de Kerry Springs. Todos los puntos que pudo ganar antes en la obra los perdió cuando C. J. se enteró de que tendría que trabajar más para ponerse a la altura de su clase. Había empezado a pensar que podría tomarse un descanso en lo relativo a los hombres. Pensó en Pedro, pero se dió cuenta de que tenían que centrarse fundamentalmente en ese niño y de que tenía que dejar a un lado lo que pasaba entre ellos. ¿Sería posible? ¿Podría dejar de reaccionar ante Pedro Alfonso? Eso esperaba.



A las tres, Pedro estaba en el colegio para recoger a C. J. Cuando apareció, recorrieron las cuatro manzanas que los separaban del restaurante. Una vez en la cocina, le dio algo de comer y le dijo que empezara a hacer la tarea. Esperó que Paula llegara pronto para ayudarlo. Fue a la zona del bar y siguió clavando los tablones por las paredes. Los había pintado antes y habían quedado de color crema con rebordes oscuros. No estaban mal. Esperó que la familia fuera a ayudarlo con el comedor antes de que llegaran los nuevos asientos corridos. La barra de roble era la original, pero la había pulido y teñido de oscuro. Había quitado toda la decoración con motivos deportivos y había puesto una televisión de pantalla plana en una pared. Quizá fuesen un bar y un restaurante más elegantes, pero a los clientes seguirían interesándoles los deportes. Al fondo había un enorme mueble para enfriar vino. Todo empezaba a encajar y solo esperaba que estuviera terminado para la inauguración.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 36

A la mañana siguiente, a las seis, Paula se levantó para preparar el desayuno, pero se encontró a C. J. y Pedro en la cocina. Ninguno estaba muy dicharachero y comían cereales. No hizo falta que mirara a los ojos al hombre que estuvo a punto de derretirla con un beso. Paula fue a darse una ducha y a vestirse para ir a trabajar. Le dejaría que actuara como si no hubiese pasado nada. No se hacía ilusiones, sabía que Pedro solo la deseaba porque le venía bien y para que dejara de preguntarle sobre sus pesadillas. Se dió cuenta de que también tenía que olvidarse. C. J. era su único punto de contacto. Se vistió, fue a la cocina y se encontró a C. J. esperándola en la puerta principal. Pedro estaba recogiendo los platos.


—Que pases un buen día en el colegio —se despidió Pedro.


—Seguro —murmuró el niño antes de salir y montarse en el todoterreno de Paula.


—Tendré que ser la mala… —dijo ella con un suspiro.


Aunque Pedro tenía la ropa arrugada y no se había afeitado, estaba guapo y ella no pudo evitar acordarse de lo que había pasado la noche anterior. Mejor dicho, de lo que pudo haber pasado.


—Si quieres, lo llevo yo —se ofreció él.


—No, tengo que ir al trabajo en cualquier caso. ¿Irás a recogerlo a las tres? —él asintió con la cabeza y ella también fue hacia la puerta principal—. Hasta luego.


Pedro la agarró del brazo para que no se marchara.


—Paula, en cuanto a lo de anoche…


Ella no quería oír excusas.


—Tenías razón, no es de mi incumbencia.


—No lo es, pero el beso… Digamos que me encontraste en un mal momento.


Ella tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para disimular su reacción.


—¿Tienes muchos momentos de esos?


Él pareció sorprenderse por la pregunta.


—Algunos, pero como te dije, puedo dominarlos. Nuestra preocupación es C. J. Si este… Arreglo sigue pareciéndote bien. Quiero decir, no quiero que pienses que voy a abordarte mientras esté aquí.


—Si lo creyera, no lo habría aceptado.


—Perfecto. Yo también tengo que marcharme. Hasta esta tarde.


Pedro salió antes de que ella pudiera decir algo, se despidió con la mano de C. J., se montó en su camioneta y se marchó.


—Debería estar acostumbrada a que me dejara plantada.


Sin embargo, todavía le sentaba fatal.



Treinta minutos después, Paula llegó a las obras de Vista Verde. Llevó a C. J. al remolque de la constructora y se encontró con su jefe, Antonio Casali, detrás de la mesa. Se disculpó por llegar tarde y le explicó la situación.


—Siempre he dicho que la familia es lo primero —Antonio miró al niño—. C. J., ¿Quieres dar una vuelta para ver lo que hace Paula?


—Tengo que ir al colegio —contestó él mirando con el ceño fruncido a Paula.


Antonio le guiñó un ojo a ella.


—Falta un rato para que empiecen las clases. Tenemos unos minutos.


Antonio agarró un casco del gancho de la pared y lo puso en la cabeza del niño. Él le premió con una sonrisa. Una vez fuera, Paula ejerció de directora del proyecto y estuvo hablando con los contratistas sobre rellenar los cimientos el viernes. Antonio se mantuvo al margen y dejó que ella hiciera su trabajo. A ella le gustaba eso de su jefe, no intentaba tomar las riendas e imponer su poder.