viernes, 30 de agosto de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 9

 –Bueno, para eso, me tendría que tocar la lotería.


–Pues considérame tu número ganador.


La repentina sonrisa que iluminó sus masculinos rasgos dejó a Paula sin aliento. Cuando sonreía, Pedro pasaba de ser guapo a totalmente irresistible. Le recordaba los modelos que aparecían en los anuncios de televisión, pero él era mucho más apuesto y masculino. Entonces, apartó los ojos de él, consciente de que su corazón latía al doble de la velocidad normal.


–Estás loco –le dijo ella.


¡Cinco millones de libras! No podía estar hablando en serio. O, si era cierto, tendría que haber alguna contrapartida. Se sonrojó de nuevo al recordar cómo había reaccionado él cuando ella le sugirió que estaba ofreciéndole sexo a cambio de dinero. ¿Qué le había empujado a decir algo así? Muchos de los periódicos de aquel día tenían en la primera página una foto de Pedro con una rubia de exuberante escote. Se miró su cuerpo sin formas. Parecía un insecto palo comparado con la última mujer que ocupaba el corazón de Pedro.


–Si necesitas una esposa, ¿Por qué no te casas con tu novia, esa con la que apareces en las portadas de todos los periódicos?


–En primer lugar, Mariana ya está casada, pero, aunque estuviera libre para poder casarme con ella, no sería adecuada. Todas mis amantes, pasadas y presentes, esperarían que me enamorara de ellas –dijo secamente.


¡Era tan arrogante! Paula quiso encontrar alguna respuesta adecuada, pero se sentía hechizada por la perfecta simetría de sus rasgos, que se suavizaban en cierto modo por la sensual boca.


–¿Y no te preocupa que yo me pueda enamorar de tí? –le preguntó. Quiso parecer sarcástica, pero no lo consiguió.


–No te lo recomiendo –afirmó él con dureza–. No creo en el amor. Ni en el matrimonio. Sin embargo, no estoy loco. Tengo una buena razón para necesitar estar casado.


Pedro lanzó una maldición cuando su teléfono empezó a sonar. Se sacó el móvil del bolsillo y rechazó la llamada.


–Ahora no podemos hablar. Me reuniré contigo esta tarde y así podremos hablar sobre mi proposición.


Paula negó con la cabeza.


–No me interesa.


–¿No te interesa ganar cinco millones de libras por ser mi esposa durante un par de meses? –le preguntó. Extendió la mano y la colocó encima de la de ella para evitar que Paula abriera la puerta del coche–. Al menos, dame la oportunidad de explicarme. Después, podrás decidir si estoy loco o no. Sinceramente, creo que serías idiota al rechazar la oportunidad de ganar una cantidad de dinero que puede cambiarte la vida. Piensa en lo que podrías hacer con cinco millones de libras. No tendrías que volver a preocuparte por lo que cuesta comprarle a tu hija un par de zapatos.


–Está bien –respondió ella. Pedro era tremendamente persuasivo y ella no podía pensar con el rostro de él tan cerca del suyo–. Me reuniré contigo para que podamos hablarlo, pero eso no significa que vaya a aceptar el trato. Sin embargo, tendrá que ser después de las nueve –añadió–. Trabajo en el turno de tarde como limpiadora en un centro comercial cerca de donde vivo.


Paula sintió una mezcla de alivio y desilusión cuando Pedro se apartó de ella y le entregó una tarjeta de visita.

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