viernes, 16 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 51

 —¿De verdad lo lamentas?


—Sí.


—Entonces no puedes ser una persona sin sentimientos.


—Mis sentimientos son fantasmas. Sé que están ahí, pero no puedo agarrarlos. En cuanto lo intento se desvanecen.


El avión aterrizó poco después y, como de costumbre, había un coche esperando en la pista.


—Viviremos vidas separadas —dijo Paula cuando llegaron a la entrada de la finca.


Y, de repente, él recordó estar ahí de niño, lo grande e imponente que le había parecido todo. Lo grande e imponente que le había parecido su padre.


—Mientras vivas aquí, no me importa.


—¿Por qué sientes la necesidad de controlarme si no te importa?


—Es… Lo único que sé hacer.


Pedro no sabía qué significaba eso, solo que era verdad; una verdad que hacía eco dentro de él después de haber pronunciado esas palabras, una verdad que dolía. Pero a medida que pasaban los días y se acercaba el momento de la boda, ese persistente dolor no desaparecía. Y recordó… recordó cuando ella creyó que la quería. Había sido tan fácil llevarla a sitios bonitos, ser amable y considerado con ella. Solo había tenido que fingir que el pasado no existía. Y había experimentado entonces una extraña sensación de libertad, como si fuese la primera vez que se distanciaba del hombre en el que su padre lo había convertido. No veía por qué no podía seguir siendo así. De hecho, quería encontrar el camino de vuelta. Porque la echaba de menos. Por supuesto, cuando desapareció de su vida por primera vez había echado de menos el sexo. Eso era lo que se decía a sí mismo, pero desde que despertó del coma solo habían estado juntos una vez. Una sola vez en todo ese tiempo. Y no era solo el sexo lo que echaba de menos. La echaba de menos a ella, y echaba de menos estar con la niña. Había pensado que lo único importante era la boda, hacer que Paula se convirtiera en su esposa, pero empezaba a darse cuenta de que no sería suficiente. No podían vivir con esa frialdad entre ellos y el día previo a la boda tomó una decisión. Iba a recuperarla. No podía arreglar lo que él mismo había roto, pero ella parecía ser la clave de algo. Cuando Paula lo amaba era capaz de controlar la oscuridad que vivía en su interior y quería recuperar eso. Haría que fuera así, ella volvería a amarlo. De eso estaba completamente seguro. 


Paula hacía lo posible para sentirse feliz, pero ya no era la chica más afortunada del mundo. Había durado poco tiempo, pero la sensación de tenerlo todo había sido embriagadora. Tenía a Olivia, vivía en una casa maravillosa. Se sentía desesperadamente sola, pero también se había sentido así antes de conocer a Pedro. Y al menos tenía a su hija. Olivia había sido un regalo inesperado, algo en lo que no había pensado nunca. Ser madre. Pero algo curaba en su alma cada vez que miraba a su hija. Las heridas que le habían infligido su madre y su padre ausente curaban mientras colocaba a la niña sobre una manta en el jardín.

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