miércoles, 21 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 63

Esa noche con Pedro lo había cambiado todo. Daba igual lo que hubiera pasado entre ellos, él la había abrazado y había seguido haciéndolo durante los días siguientes. Compartían la cama cada noche, pero era diferente a cuando estaban juntos en la Costa Amalfitana, diferente a la temeraria aventura en Camboya. Lo que había entre ellos seguía siendo sexual, pero había algo más. Pedro dejaba que le hiciese el amor. Pero él… Él seguía conteniéndose, de eso estaba segura. Seguía luchando contra algo, luchando contra los dos. Se resistía para que las barreras que había levantado no se derrumbasen. Y, sin embargo, se mostraba más cariñoso. Seguía viéndolo como un predador, porque lo era, tan peligroso como lo había sido siempre, pero algo en él había cambiado. Aun así, no sabía dónde estaban y no sabía cómo acercarse más. Pedro le había hecho daño muchas veces y si la vida le había enseñado algo era a protegerse a sí misma. Había sido demasiado ingenua con él, le había entregado su corazón para que él lo rechazase. O peor, para que lo aplastase. Y no quería volver a hacer eso. Sería una tonta si lo hiciese. Y entonces él sugirió volver a la Costa Amalfitana. Paula no sabía si estaba preparada para volver allí después de lo que pasó, pero asintió porque habían tomado un nuevo camino y tal vez la respuesta a todas sus preguntas estaba allí. Sonrió al verlo guardar las cosas de Olivia para el viaje. Le gustaba tanto que se involucrase en la paternidad en lugar de presidir sobre ella como un hombre obligado a ser testigo de algo que no le concernía. Fue él quien guardó los pañales en la bolsa y quien le puso el abriguito antes de salir de la casa. Y en el avión, fue él quien la llevó en brazos.


—Nunca había tenido a un niño en brazos —le dijo.


—¿Nunca?


—He vivido una vida muy solitaria.


—¿Quieres contarme algo más sobre tu infancia?


—¿Vas a cobrarme por la sesión? —bromeó él.


—No, solo quiero saber.


—¿Para conocerme mejor?


—Sí, claro, pero una de las cosas que me he prometido a mí misma es que seré una buena madre pase lo que pase entre nosotros.


—Ya, entiendo.


—Mi infancia también fue muy solitaria. Nos movíamos de una ciudad a otra continuamente… Bueno, teníamos que hacerlo porque huíamos de los caseros, de los acreedores. A veces hacía algún amigo en el colegio, pero no duraba mucho. Y a veces mi madre ni siquiera me matriculaba en ningún colegio porque no estábamos en un sitio fijo.


—¿Qué pensabas hacer cuando te fuiste de Amalfi? No me dijiste que seguías embarazada, pero debías tener un plan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario