viernes, 9 de agosto de 2024

Otra Oportunidad:, Capitulo 38

Dieron un paseo por la ciudad, con Olivia en el cochecito, para ver la torre Eiffel, los Campos Elíseos y las preciosas orillas del Sena. Paula estaba encantada con los artistas callejeros, las terrazas y el ajetreo de gente. Ella estaba acostumbrada al ritmo de los pueblos pequeños y la velocidad y la intensidad de Roma y París eran una revelación. Después del paseo, un estilista la peinó y maquilló antes de ayudarla a ponerse un vestido rojo drapeado. Cuando se miró al espejo no se reconocía a sí misma. Debía estar acostumbrada, pero no era así. La mujer del espejo era sofisticada, con los labios pintados de un llamativo carmín rojo que ella nunca hubiera elegido. Pero aquella era la mujer a la que Pedro amaba, la mujer con la que iba a casarse. «¿Dónde está el anillo de compromiso?». Su corazón se aceleró al pensar que tal vez aquella sería la noche y cuando se miró al espejo tomó una decisión. Con anillo o sin él, esa noche iba a besarlo. Los viejos recuerdos, los viejos sentimientos, todo eso daba igual. Era triste no recordar su relación, pero podían crear nuevos recuerdos. Eso era lo que quería, empezar de nuevo. Empezaría con un beso y vería dónde la llevaba porque estaba harta de sentir celos de sí misma. Nunca había sido aventurera, al menos que ella recordase, pero lo sería esa noche. No le gustaba separarse de Olivia, pero quería estar a solas con él y se preguntó si sentiría esa misma tensión fueran cuales fueran las circunstancias. En fin, daba igual y quería dejar de hacerse tantas preguntas. Cuando salió del dormitorio, Pedro la esperaba en el salón. Llevaba un traje de chaqueta oscuro que destacaba sus anchos hombros y, por alguna razón, parecía más alto. Ella apenas le llegaba a los hombros. Era impresionante, el hombre más apuesto que había visto nunca, pero podía ver al tigre que había bajo el elegante traje de chaqueta. El peligro. Y se preguntó si siempre sentiría eso, si siempre intuiría la oscuridad que llevaba dentro. Y si algún día sabría por qué. Si algún día lo entendería.


—Espero que te guste bailar tanto como te gusta comer.


—Veo que me conoces bien.


«Pero yo no te conozco a tí».


Paula decidió no pensar en eso. Estaban aprovechando el tiempo para conocerse de nuevo y Pedro era tan amable, tan considerado. La inquietud no desaparecía, pero decidió no prestarle atención mientras él tomaba su mano para llevarla al ascensor. Había un coche esperando frente a la puerta del edificio, pero no una limusina sino un deportivo rojo, a juego con su vestido.

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