miércoles, 14 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 47

 —Es una Alfonso —dijo Pedro entonces—. La niña llevará mi apellido y tendrá mi protección. Y también tendrá a su madre.


—Yo no voy a abandonar a mi hija.


—Pero tenías folletos sobre adopción en el coche…


—Me los dió el médico, pero nunca pensé dar a mi hija en adopción —lo interrumpió ella. —Tú no sabes nada sobre mí, no quieres saberlo.


—Lo que importa es que Olivia necesita a su madre.


Su tono era seco, salvaje. No podía entender a aquel hombre, aunque una vez había creído entenderlo. ¿Porque podía excitarlo? ¿Porque habían compartido sexo y pasión? Qué inocente. Había creído que esa era la clave para conocerlo, pero en el fondo de su alma había una profunda oscuridad; una oscuridad que la aterraba. Parecía frío y sin sentimientos y, sin embargo, era algo más que eso. Ardía, pero las llamas eran negras.


—¿Vas a ser un carcelero en lugar de un padre?


—No es eso.


—¿Ah, no?


—La protegeré y te protegeré a tí.


Y era una promesa sincera. De todo lo que había dicho, seguramente aquella era la única de verdad.


—La protegerás de todo salvo de tí mismo.


—Yo no he pedido esto.


—¿No has pedido ser padre? No, claro, solo te acostaste conmigo sin usar preservativo.


—No, yo no pedí esto… Esta cosa que hay entre nosotros.


«Esta cosa». La pasión que sentía lo torturaba, era evidente. No estaba mintiendo y le dolía saber que lo más hermoso para ella era anatema para él.


—Desearme te ha convertido en una víctima —le espetó, irónica. — Imagino lo horrible que debe ser para tí.


Pedro dió otro paso adelante y su traidor cuerpo respondió a las esculpidas líneas de su cuerpo desnudo. Quería apoyarse en el, arañarlo y besarlo después. Hacerle daño y luego hacerle el amor. Tembló de repulsión, pero no por él sino por sí misma, por esa mujer en la que él la había convertido. Porque Pedro la había cambiado y ella había creído que era para bien, pero no era así. Él la había convertido en su criatura y ella odiaba a esa mujer. Al menos la chica que había sido, marcada por el desafecto de su madre, por el abandono de su padre, sin amigos de verdad, había sido independiente. ¿Qué era ahora?


—Te odio tanto como creía amarte.


—Nunca fue amor para mí —dijo Pedro.


Las llamas de pasión que amenazaban con convertirla en cenizas a él no lo afectaban y eso era devastador.


—No voy a casarme contigo —le dijo.


—Yo creo que sí.


Había una amenaza en esa afirmación. Le quitaría a Soriya o intentaría hacerlo.


—Quiero tener mi propio dormitorio.


—Por supuesto —dijo él. —Puedes quedarte en este si quieres.

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