viernes, 23 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 70

 —Yo…


—¿Cómo puedo ayudarte? Dímelo, Pedro.


—Deberíamos… Yo debería dejarte sola durante un tiempo…


—No —lo interrumpió ella.


—No puedo darte lo que quieres.


—No importa —dijo Paula, con los ojos empañados. —No pasa nada si no puedes hacerlo ahora mismo. Lo que más deseo en el mundo es que tú me quieras. Nadie me ha querido nunca, nadie. Olivia me querrá porque es mi hija, yo quise a mi madre y tú querías a tu padre a pesar de todo, pero he tenido que armarme de valor para amarte y necesito que tú me quieras del mismo modo. Necesito que me quieras, pero seré paciente.


—No merezco tu paciencia, Paula. No la necesito, no la quiero.


Pedro paseaba de un lado a otro como un animal enjaulado. Una jaula que él mismo había construido.


—Porque no sabes cuánto necesitas esto. Porque no entiendes qué es el amor, ¿Verdad?


—Tengo que irme.


—¿Dónde?


—A Camboya, tengo que volver allí. Es el único sitio en el que encuentro retazos de mí mismo.


—Iré contigo.


—No, debo ir solo.


Ella negó con la cabeza.


—Ya hemos hecho esto antes. Nos hemos separado y mira lo que pasó. ¿Me quieres fuera de tu vida?


—No.


—Pero no me amas.


—No creo que pueda amarte.


—Entonces, déjame ir contigo.


—¡Maldita sea, Paula! ¿No puedes dejarme ir?


—¿Para qué? ¿Para que intentes solucionarlo tú solo? ¿Para que puedas llegar a la conclusión de que no tienes nada que arreglar porque no eres capaz de enfrentarte con tu propia alma? No, Pedro, no voy a hacer eso. Me has tenido sin hacer ningún esfuerzo para cambiar, ese fue el regalo de la amnesia, ¿No? Te convenciste a tí mismo de que no habías cometido ningún error, pero yo recuerdo tus errores y si sigo aquí, dispuesta a amarte, tú también tienes que hacer un esfuerzo. Yo estaré contigo, no tienes que hacerlo solo.


—No es tan sencillo.


—Puede serlo si estás dispuesto a ello.


—No te quiero.


—Vamos a las ruinas de Angkor Wat y dime que no me quieres.


Pedro se quedó mirándola, furioso con aquella mujer que lo excitaba, que lo desafiaba. Quería decirle que lo dejase en paz, pero le daba pánico pensar cómo sería la vida sin tenerla a su lado. «Cobarde». Paula lo había llamado cobarde cuando él solo quería… Quería otra cosa. Algo diferente a lo que sentía cuando estaban juntos.


—¿Y la niña?


—Olivia estuvo bien sin mí durante un mes y estará bien con las niñeras durante unos días.


—¿Y si no sirviese de nada?


—Estoy luchando por tí, por nosotros, y da igual cuál sea el resultado de este viaje.


Al día siguiente subieron al avión privado, pero apenas hablaron durante el viaje. La tensión entre ellos era palpable, dolorosa. Era como estar muriendo.

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