viernes, 9 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 37

Se sentía relajada y feliz. Eso era lo más asombroso de todo. No recordaba haberse sentido tan feliz en toda su vida. Tal vez era una frívola y solo se sentía así porque Pedro era rico… Pero no, era la suma de Pedro y Olivia en su vida.


—¿Has estado en contacto con Jimena?


—Jimena te abandonó en Camboya y no creo que se haya preocupado mucho por tí desde entonces —respondió Pedro mientras subían a la limusina.


—Vaya, parece que en mi vida anterior todo el mundo me abandonaba. Es lógico que me sintiera tan…


—Insignificante —Pedro terminó la frase por ella esbozando una sonrisa.


Paula apartó la mirada. La conocía, conocía sus fallos, sus debilidades, porque le había abierto su corazón. Ella no sabía nada sobre Pedro, pero para él era un libro abierto. Era injusto y se sentía vulnerable.


—Sí, eso mismo.


—Jimena no te merece, Paula. Creo que no preguntó nunca por tí, aunque le contaste que estabas conmigo. Tal vez estaba celosa porque, al parecer, su mayor conquista durante el viaje fue acostarse con un mochilero.


Paula soltó una carcajada.


—No seas malo. Además, Jimena seguramente lo pasó en grande. Es muy bohemia.


—Sí, seguramente.


—Y cuando yo decidí acostarme con alguien resultó ser un millonario —murmuró Paula, pensativa.


—No sabías quién era.


—¿No sabía que eras rico?


—Nos conocimos en las ruinas de Angkor Wat un día de lluvia, no sabías nada de mí.


—Me alegro.


Era cierto. Le gustaba que no hubieran sabido nada el uno del otro, que la atracción entre ellos hubiera sido tan inmediata. 


Unos minutos después llegaron a un ático en el centro de la ciudad, seguidos de una comitiva de coches con los empleados y con todas las cosas que Olivia necesitaba. El ático era ultramoderno, con paredes de cristal y ángulos rectos en contraste con la clásica arquitectura de París. Era un sitio increíble y, sin poder evitarlo, Paula empezó a dar vueltecitas por el salón, con la torre Eiffel a su espalda. Cuando se detuvo Pedro estaba frente a ella y le pareció lo más natural del mundo besarlo. Sabía que lo había hecho antes. De repente, se sintió abrumada por la convicción de que había besado esos labios cientos de veces. Notó un familiar calor en el vientre, como la sombra de un recuerdo. La misma sensación que experimentaba cuando sabía algo sobre él, aún sin saberlo. Pero a renglón seguido percibió algo oscuro. Algo que la contenía. De repente, sintió un dolor en el pecho que le impedía respirar.


—¿Qué ocurre?


—Nada —respondió ella. —Es que estoy muy contenta de estar aquí, contigo.


Paula intentó olvidar esa sensación. Tenía a Pedro, tenía aquel momento y estaba dispuesta a vivirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario