viernes, 16 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 52

A veces levantaba la cabeza y veía a Pedro mirándolas desde la terraza. Tenía que hacer un esfuerzo para no devolverle la mirada. Hacía lo posible para no pensar en él en absoluto. Pero no era fácil. Le había dicho que lo odiaba tanto como lo había amado y era cierto, pero a veces sentía que ese odio convivía con el amor. Especialmente después de que le hablase de su infancia, de su tiránico padre y de la madre que le habían arrebatado. Se lo había contado con tal frialdad que era difícil descifrar lo que sentía. Había estado dándole vueltas desde entonces, pero era tan complicado que decidió no seguir pensando. Sin embargo, iba a casarse con él. Era una cosa tan extraña. Había recuperado la memoria. Sabía lo que pasó cuando descubrió que estaba embarazada y se sentía como una tonta por haber fantaseado sobre su relación, pero también había recuperado el tiempo que estuvieron juntos, ese tiempo maravilloso. Pedro era feliz con ella, pero descubrir que iba a ser padre lo había aterrorizado. Quizá era comprensible que un hombre con una infancia como la suya hubiera reaccionado de ese modo. No quería perdonar a alguien que le había hecho tanto daño, pero él también estaba sufriendo, eso era evidente. Había dicho que era frío, que sus sentimientos eran como fantasmas, pero ella sabía que no era verdad. Su ira no era un fantasma sino un dragón. Y si sentía la ira con tal intensidad, tal vez también sería capaz de sentir otras cosas. Todo estaba enterrado, embrollado y mutilado bajo los escombros de su infancia y eso la hacía sentir… No quería sentir compasión por él porque sería una locura. Pedro iba a obligarla a casarse con él. «Podrías marcharte. Podrías llevarlo a los tribunales».


Paula apartó de sí tal pensamiento porque no quería someter a su hija a esa tortura. También ella era responsable de la situación en la que se encontraba. Era fácil pensar que Pedro había entrado en su vida como un ciclón o verse a sí misma como un cordero al que llevaban al matadero, pero ella era una mujer adulta y había tomado las decisiones que había tomado. Pensó en eso mientras se ponía el vestido de novia esa mañana. Estaría impecable frente al altar, al lado de un hombre que no la quería. Apretó el ramo de novia que alguien había puesto en sus manos y se preguntó para quién era aquella farsa de boda. Si las puertas se abrirían y la iglesia estaría llena de extraños. Pero la iglesia estaba vacía. No había nadie más que Pedro y las niñeras de Olivia actuando como testigos. Él estaba solo. Tan solo como ella.

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