miércoles, 7 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 33

 —Nos llevaremos tres —dijo por fin. —El primero, el cuarto y el último.


—Un momento, ¿No soy yo quien debería elegir el vestido? — protestó Paula.


—¿Quieres hacerlo?


—La verdad es que has elegido mis tres favoritos.


—Estupendo. Somos totalmente compatibles.


—¿Pero por qué tres?


—Así podrás elegir el que te parezca mejor el día de la boda.


—Eso me parece un poco exagerado, ¿No? Tal vez deberías haber comprado el cohete espacial.


—Los vestidos serán algo más baratos que el cohete —bromeó Pedro.


—Se ha puesto de moda que los multimillonarios viajen al espacio últimamente, pero comprar tres vestidos de novia es más original.


Ella rió y su risa lo deleitó. No había otra forma de definirlo. No se le ocurría otra cosa que lo hubiese deleitado desde que la conoció, desde los momentos que pasó con ella tantos meses antes. Y le fascinaba que el hombre en el que se había convertido, el hombre de ese romance inventado, pudiera sentirse así. Que pudiese bromear, hacerla reír. Mientras volvían a la finca, ella apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y suspiró pesadamente.


—Gracias, Pedro. Ha sido una tarde maravillosa. La verdad, no sé si necesito recordar. Como tú has dicho, tal vez sea más una cuestión de descubrir.


Y fue entonces cuando él decidió darle algo que descubrir. Paula no había mencionado el anillo de compromiso, pero debía preguntarse por qué no tenía uno. Cuando le dijo que estaba embarazada debería haberle propuesto matrimonio. Debería haberle dado un anillo y eso era lo que iba a hacer. Le daría una razón para quedarse en su vida, para descubrir que lo único que quería era estar con él y con Olivia. Porque él recordaba claramente a la mujer a la que había roto el corazón. Recordaba cómo había resbalado en el pavimento mojado y cómo había caído al suelo. Cómo había desaparecido de su vida porque él se había portado un monstruo. Tenía que borrar ese horrible recuerdo para siempre, de modo que organizaría una gran fiesta de compromiso y le daría todo lo que una mujer pudiera desear. Estaba absolutamente decidido.


Al día siguiente, Paula seguía sintiendo que flotaba en una nube. Se sentía como una adolescente encandilada por el chico más guapo del instituto. Todo era tan extraño. Era como estar suspendida en una burbuja de irrealidad. Y cenar en esa terraza no había hecho que todo aquello pareciese real. No sabía por qué, pero había algo raro. Ella quería creerlo, por supuesto. Al fin y al cabo, Pedro le había comprado tres vestidos de novia. «No llevas un anillo de compromiso». Se había dado cuenta de eso, pero había muchas razones para que no lo llevase.

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