lunes, 26 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 72

 —Antes no podía verlo —siguió. —Pero ahora lo veo.


Era como si le hubieran quitado una venda de los ojos, como si todas las barreras que había levantado hubieran caído de repente. Por ella. Era algo que había empezado el día que la conoció, allí mismo. Y ahora estaba claro. Ahora todo estaba claro.


—Paula…


—¿Qué?


Era como si viese por primera vez.


—He vivido siempre intentando entender por qué seguía respirando, pero solo era media vida. No vivía de verdad.


—Pedro…


—De no ser por tí, no habría abrazado a mi hija. De no ser por tí, nunca habría tenido una hija.


La había conocido en un momento de debilidad, cuando se sentía más vulnerable que nunca. Cuando sentía algo.


—Esa noche, tras el entierro de mi madre, me sentía bombardeado por unos recuerdos que había pasado años intentando suprimir. Estaba desolado por todo lo que nunca podría tener ya, por los años que me habían robado. Sentía más en ese momento que nunca y fue entonces cuando te conocí. Cometí errores intentando protegerme porque sabía cuánto dolía querer y perder a alguien, pero he tardado todo este tiempo en darme cuenta de que tienes razón. Sentir, amar, a veces duele, pero no pasa nada. Así es como tiene que ser.


—¿Lo dices de verdad?


—Puede ser terrible, pero el amor hace que la vida merezca la pena. Los sentimientos hacen que la vida merezca la pena.


—Pedro…


Él dió un paso adelante.


—Te quiero, Paula.


Y ella pudo respirar. Por primera vez desde que salieron de Amalfi, pudo respirar. Habían intentado vivir separados y eso solo había provocado accidentes, barreras, obstáculos. Pero ahora estaban allí. Porque habían luchado y habían salido de esa lucha con el corazón magullado, pero entero. Pedro la quería.


—Te he querido desde siempre, pero no me atrevía a reconocerlo.


—¿Y ahora?


—Ahora es inevitable. Tu amor es como esta lluvia, me limpia.


—Te quiero.


—Yo también te quiero.


—Vamos a la casa del árbol —dijo Paula.


Hicieron el amor durante toda la noche. Y hablaron del futuro, de llevar a Olivia allí.


—Quiero una vida tan diferente a partir de ahora —dijo Pedro.


—Eso será fácil —murmuró ella, pasado los dedos por su torso. — Porque nos queremos.


Y Pedro se dió cuenta de que esa era la verdad, que el amor era la única verdad. Era lo que cambiaba los corazones, lo que curaba todas las heridas. Era lo que hacía que la vida mereciese la pena. Paula hacía que todo mereciese la pena y su amor le había dado un nuevo significado a su vida. También ella lo sabía, sin la menor duda. Sabía que allí, en Angkor Wat, se había encontrado a sí misma. Con él. Paula Chaves por fin había hecho algo espontáneo y, aunque el camino había sido complicado, al final sus sueños se habían hecho realidad.

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