viernes, 2 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 29

No se le habría ocurrido vivir con ella si el sexo no era el objetivo principal. Cómo habían cambiado las cosas. Lo único que no había cambiado era su deseo por ella y cuando bajó al vestíbulo, con un vestido blanco que se ajustaba a sus curvas, Pedro se quedó sin aliento. Y cómo sostenía a su hija en brazos…


—¿Quieres llevarla tú?


—No —respondió Pedro.


—No me importa, de verdad.


—Te has perdido su primer mes de vida, es mejor que la lleves tú.


—Muy bien —asintió ella, apretando la cabecita de la niña contra su pecho.


Una limusina los esperaba en la puerta y Paula esbozó una sonrisa.


—Esto parece… No me lo puedo creer. Parece una película.


Pedro la miraba mientras colocaba a la niña en la silla de seguridad. Normalmente, eran las niñeras las que hacían eso. Él no se encargaba personalmente de Olivia. Era tan pequeña, tan frágil y él…Él rompía las cosas frágiles.


—Vamos a uno de mis restaurantes favoritos —le dijo.


—¿Salíamos a cenar a menudo?


—A veces, pero en realidad me gustaba tenerte en casa para mí solo.


Había sido así desde el primer día y, al final, ella había descubierto todo lo que le gustaba. Se había convertido en una experta en darle placer y su inicial timidez había desaparecido. Era fascinante que volviese a ser la chica ingenua de entonces.


—¿Por qué? —le preguntó Paula.


Pedro rió. No sabía si era el momento de hablar de la conexión física que había entre ellos, pero quería poner las bases de algo sólido. Y si tenía la oportunidad de cambiar la realidad ¿Por qué no iba a hacerlo?


—Me gustaba tenerte para mí solo —respondió—. Y cuando el deseo se llevaba por delante todo lo demás, no había barreras.


Contarle eso era un riesgo calculado. Porque lo recordase Paula o no, lo que había entre ellos no había muerto. Aquel fuego, aquel deseo. Era por eso por lo que estaban allí, porque la atracción que había entre ellos trascendía cualquier otra consideración. Él había conocido a muchas mujeres. Era un experto en dar y recibir placer y marcharse después sin sentir más que un alivio físico. Lo que hubo entre ellos había sido innegablemente distinto y se decía a sí mismo que era porque se conocieron cuando él estaba roto por la muerte de su madre. Pero tal vez esa no era toda la verdad porque ahora le parecía que había algo más.


—Ojalá pudiese recordarlo —dijo Paula.


—Tal vez no sea cuestión de recordar sino de descubrir.


Él lo recordaba todo, hasta el amargo final. «Cuando tú destruiste lo que había entre los dos». Había sido necesario, o eso había pensado entonces, pero ahora… Ahora Paula estaba allí de nuevo. Estaban juntos de nuevo.


—Me resulta fácil hacerme a la idea de que soy madre, pero, sinceramente, no sé dónde encajas tú.


—Deja que te lo demuestre.


Nunca había deseado ser tierno con nadie en toda su vida, pero quería serlo con ella. Quería cosas que nunca antes había deseado. Quería ser el hombre que debería haber sido cuando Paula le dijo que estaba embarazada. El hombre que no había podido ser. Había tenido meses para pensar en lo mal que se había portado con ella, pero que Paula no recordase nada le ofrecía la oportunidad de volver a empezar.

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