miércoles, 14 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 50

Sabía que sería así porque era inevitable, entre ellos era inevitable. Dijese lo que dijese Paula.


—¿Por qué eres así? —le preguntó ella veinte minutos antes de que el avión aterrizase en Roma.


—¿A qué te refieres?


—Nunca has compartido nada conmigo. Sé que perdiste a tu madre, pero no sé nada más sobre tu vida, sobre tus padres. ¿Cómo se conocieron? No sé quién te educó o dónde vivías de niño…


—Mi padre estaba de vacaciones en Camboya cuando conoció a mi madre, que trabajaba en un bar —la interrumpió él—. Era mucho mayor que ella, pero no tenía hijos y los necesitaba. Años después, descubrió que ella había tenido un hijo y fue a buscarme. No porque yo le importase sino porque me necesitaba. Me arrancó de sus brazos y dejó a cambio una suma de dinero. Ella no pudo hacer nada. Me apartaron de todo lo que conocía, de mi casa, mi idioma, mi madre. Me llevaron a Italia y fui criado por un hombre que me hizo mucho daño —Pedro hizo una pausa. —Tienes razón, nunca he tomado a Olivia en brazos, no me atrevo a tocarla. Puedo protegerla sin ser como mi padre.


—¿Por qué crees que serías como él?


—No lo sé, pero es un riesgo que no quiero correr. Cuando tu padre es un monstruo, existe la posibilidad de que lo lleves en la sangre.


—¿Qué edad tenías cuando te sacó de Camboya?


—Cinco años. Y apenas tuve tiempo de volver a estar con mi madre después de eso.


—Pero tenías una casa en Camboya.


—Visité a mi madre en cuanto me hice adulto. Nos veíamos de vez en cuando y, aunque la relación era incómoda, decidí tener una casa allí para reconectar con ella, con la comida, con el idioma, con mi gente. Me criaron como si fuera italiano y no hay forma de cambiar eso. He vivido en Italia la mayor parte de mi vida, pero nací en Camboya y sentía el impulso de volver a mis raíces.


—Es tan parte de tí como lo es Italia.


—En teoría sí, aunque no en la práctica.


Estaba contándole la verdad sobre su vida y ella no sabía cómo reaccionar.


—Nunca me habías contado nada de eso.


—No suelo hablar de ello.


—Pero estuviste a punto de hacerlo la primera noche.


—No era yo mismo. No estaba aquí.


No se refería al avión sino a Italia, al mundo de su padre, donde había unas reglas que debían ser obedecidas porque si no las obedecías había serias consecuencias. Y sí, había sido diferente cuando estaba en su país natal, el país de su madre, llorando su muerte.


—¿Qué te hizo tu padre? —le preguntó ella entonces.


—Estamos a punto de aterrizar y no hay tiempo para hablar de eso, pero no estás equivocada cuando me ves como un monstruo porque me hicieron así.


—¿Qué quiere decir?


—Mi padre quería que fuese capaz de dirigir el imperio Valenti sin debilidades, sin ataduras ni remordimientos de ningún tipo. Y lamento mucho haberte traído a mi mundo.


Era lo más sincero que había dicho nunca y resultaba extrañamente liberador admitirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario