viernes, 9 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 36

 —¿Y entonces qué pasó?


—Te llevaron al hospital y los médicos decidieron provocar el parto inmediatamente. Fue muy duro no saber si vivirían.


—Debió ser terrible para tí. También para mí, pero por suerte no recuerdo nada.


—Estabas inconsciente. Sufrías una lesión craneal.


—Y por eso me hicieron una cesárea.


Pedro asintió con la cabeza.


—Olivia nació sana. Tu cuerpo la protegió del impacto, casi a expensas de tí misma. En realidad, fue un milagro.


—Y hay que dar las gracias por eso.


—Te llevé a casa porque no quería dejarte en el hospital y contraté a un equipo de enfermeras que te atendían veinticuatro horas al día. 


—Has hecho tanto por mí. Lamento mucho pagarte con el olvido.


—No debes lamentar nada. Estás aquí ahora, eso es lo único que importa. Nuestra relación progresó rápidamente, no estuvimos juntos más que un par de meses.


—Pero todo fue tan espontáneo… Y debo admitir que yo no suelo ser espontánea.


—Yo tampoco, así que también a mí me parece un poco extraño.


—Pero no lo lamentas, ¿Verdad? Podrías haberme dejado en el hospital.


—Te traje aquí por una razón.


Paula quería que dijese que era porque la amaba, pero Pedro nunca hablaba de amor. Nunca había dicho que la quería. Pero debía quererla, tenía que ser así. «Quedaste embarazada». Tal vez esa era la única razón por la que estaba allí. Claro que su madre había quedado embarazada y a su padre le había importado un bledo. Ni siquiera lo conocía. No debería preocuparse por la falta de declaraciones de amor. Hasta que ella misma pudiese pronunciar esas palabras no podía pedirle a él que lo hiciese, ¿No? Todo era tan extraño. No recordaba haberlo besado, pero empezaba a sentir que aquello era amor. Sabía que quería a Olivia porque había sido un amor instantáneo. Desde el momento que vió a su hija había sabido que era suya y que la protegería a toda costa. Había sabido que la querría por encima de todo, de modo que tal vez no era tan raro sentir que estaba enamorándose de Pedro. Se alegraba de no recordar el accidente porque debió ser aterrador, pero tantas cosas habían cambiado en su vida en los últimos diez meses… Y ella no recordaba absolutamente nada. El avión aterrizó en París casi demasiado pronto. No porque quisiera alargar el viaje sino porque se sentía cómoda en el avión y la copa de champán que había bebido la había animado.

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