lunes, 19 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 58

 —¿Por qué no dejas de hablar y te encargas de darme placer a mí? — le espetó él.


Paula tomó aire, sintiéndose poderosa. Porque quería hacer aquello, quería usar el deseo que Pedro sentía por ella. Seguía furiosa con él, pero había algo más. Estaba abrumada de emociones: Rabia, deseo, necesidad y amor. Ella no había querido algo tan complicado, estaba harta de gente complicada. Y, sin embargo, aquello era distinto porque sabía que lo afectaba profundamente. Su madre entraba y salía de su vida por capricho. Sus amigas habían hecho lo mismo, pero él no podía hacerlo. Se había casado con ella. Dijese lo que dijese, se había casado con ella. Y por eso estaba dispuesta a arriesgarse. Se puso de rodillas frente a él y tiró de su pantalón, revelando una espléndida erección. Siempre le había parecido tan hermoso, le encantaba su cuerpo desnudo. Era una constante tentación. Se inclinó hacia delante, deslizando la lengua por su miembro como él le había enseñado. Luego lo tomó en su boca y chupó hasta que lo oyó gruñir de gozo, hasta que ella tenía todo el poder. Hasta que no podía esperar más porque necesitaba tenerlo en su interior. De modo que lo empujó contra la cama y se colocó a horcajadas sobre él, empalándose contra la palpitante erección. Él tiraba de sus caderas hacia abajo cada vez que se movía, aumentando la intensidad mientras ella marcaba el ritmo. No se besaron; no, aquello era primitivo, furioso, hambriento. Pero Pedro era suyo y ella era suya. Y necesitaba aquello de un modo que no podría explicar.


—Pedro… —musitó, empujando las caderas hacia delante.


—Paula.


Se dejó ir dentro de ella con un rugido y ella lo siguió al abismo un segundo después. Le hizo el amor sabiendo que se habían conocido bajo una lluvia torrencial, sabiendo que habían mantenido una aventura por varios continentes. Sabiendo que él la había rechazado, que la había apartado de su vida cuando le dijo que estaba embarazada. Sabiendo que le había mentido y la había manipulado. Y deseándolo de todos modos.


—No sé cómo será esta relación —murmuró Paula, jadeante. —Pero no va a ser un matrimonio solo de nombre.


—Ten cuidado —dijo él, pasando la punta de la lengua por su cuello.


—Puede que, al final, eso no te guste.


—¿Y cómo vamos a descubrirlo si nos escondemos tras una barrera?


—Yo he vivido toda mi vida tras una barrera y el matrimonio no va a cambiar eso. El sexo no va a cambiar eso.


—Pero me ha cambiado a mí.


—Yo soy diferente, pero da igual. Mientras pueda tenerte, nada de eso importa.


No iba a cambiar, no iba a intentarlo siquiera. Paula se apartó para tomar su ropa del suelo.


—Entonces, imagino que no te importará que siga durmiendo en mi dormitorio.


—¿Eso es lo que quieres?


Lo que quería era protegerse a sí misma, pensó ella.


—Sí. 


—Muy bien.

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