miércoles, 7 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 32

Pero por el momento solo podía abrazarla.


—Lo siento, es que todo esto es tan inesperado —dijo Paula, intentando secar sus lágrimas. —Mi madre siempre me trató como si fuera una imposición, pero yo nunca le haría eso —añadió, mirando a Olivia.


Pedro lo sabía, estaba convencido. Y aunque él nunca hablaba de su padre, de su vida, quería contarle algo en ese momento. ¿Y por qué no? Él ya no era el hombre del que Paula había huido esa noche sino el hombre que había reaccionado con alegría al saber que estaba embrazada, el que la había tomado entre sus brazos y le había propuesto matrimonio. El hombre que mentía, no el hombre que era en realidad.


—Mi padre me trataba como si fuera un objeto. Para él no era nada más que el heredero de su fortuna. No me quería. No quería a nadie más que a sí mismo y eso no habría importado si hubiera tenido la decencia de dejar en mi vida a alguien que me quisiera.


Pedro decidió pasar por alto el parecido entre su padre y él, decidió pasar por alto la falta de relación con su propia hija. No abrazaba a Olivia, no lo había hecho nunca. Pero estaba haciendo lo que debía. Su padre lo había arrancado de los brazos de su madre para llevarlo a un sitio donde se había sentido como una obligación. Él no haría lo mismo. Estaban tan cerca. Sería lo más fácil del mundo levantar su barbilla con un dedo y apoderarse de sus labios. Pero si la besaba una vez, no podría parar. Debería seducirla lentamente, darle tiempo, pero esa era la parte más difícil porque quería tumbarla sobre un sofá y hacerle el amor, demostrarle por qué habían tenido una hija, por qué estaba allí. Por qué no podía olvidarla. Aunque ella lo hubiese olvidado. Él había olvidado a las mujeres que habían pasado por su cama y ellas siempre intentaban recuperarlo. Pero aquella, el mayor remordimiento de su vida, la mujer que lo había puesto todo del revés, se había olvidado de él. Seguramente era justicia poética y se habría reído si no estuviese tan ridículamente excitado. Paula se apartó cuando el diseñador se reunió con ellos y, mientras la veía secar discretamente sus lágrimas, Pedro deseó haberlo hecho él. Era un deseo extraño, uno que apenas reconocía. Olivia dormía mientras ella se probaba un vestido tras otro, su preciosa figura envuelta en seda, encaje y satén. Y él sentado, mirándola, intentaba controlar un deseo que empezaba a ser incontrolable.


—Pensé que daba mala suerte que el novio viese a la novia antes de la boda —dijo Paula.


—Yo creo que ya hemos tenido nuestro cupo de mala suerte, ¿No te parece?


Ella sonrió antes de desaparecer de nuevo en el probador. Lo único que Pedro quería era quitarle aquellos vestidos. Nunca había imaginado que se casaría y ahora estaba siendo bombardeado por imágenes que dejaban bien claro que Paula iba a ser su mujer.

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