miércoles, 7 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 31

Porque no merecía volver a verla después de cómo la había tratado. Pero ahora todo era diferente. Él haría que todo fuese diferente. Paula sería su mujer y compartirían la misma cama. Paula creía que estaba enamorado de ella y eso sería suficiente.


—Me alegra que te hayas dado cuenta de que no soy peligroso.


—No, claro que no. Solo eres un hombre muy guapo.


El cumplido lo pilló por sorpresa, tocándolo en un sitio inesperado.


—¿Guapo?


—Eso es mejor que peligroso, ¿No?


—Desde luego —asintió él. —Ven —dijo luego— vamos a dar un paseo.


Paula empujaba el cochecito de Soriya, maravillándose de la hermosa ciudad.


—Nunca habías estado en Roma.


—Me alegra saberlo. Es inquietante no saber qué he hecho y qué no, pero me gusta estar aquí contigo y hacer esto por primera vez.


Paula apartó una mano del manillar del carrito para tomar la suya y Pedro tragó saliva. Nunca habían ido de la mano, ni siquiera cuando estaban en pleno apogeo de eso que había entre ellos. Ir de la mano era algo tan familiar. Él nunca había sido un hombre familiar. Pero allí estaban, paseando por la ciudad como si fueran una pareja normal, empujando un cochecito de bebé. Y esa era la foto que él quería, pero por alguna razón le molestaba. Pedro apartó la mano y notó que ella torcía el gesto, pero no dijo nada.


—Tenemos una cita —dijo entonces.


—¿Una cita dónde?


Pedro la llevó a la tienda de un famoso diseñador, abierta solo para ellos, y Paula miró alrededor con cara de sorpresa. Había multitud de vestidos de novia colgados de las perchas, todos de su talla. Él la conocía tan bien que podía comprar por ella.


—Me ha parecido buena idea que empezases a elegir el vestido de novia. Esta es su última colección, pero pueden hacerte uno especial si lo prefieres.


—Son preciosos, pero no puedes…


—Puedo hacer lo que quiera —le recordó él. —Podría comprar un cohete para viajar al espacio si ese fuera tu deseo, pero creo que es mejor empezar por algo que necesitas.


—Un vestido de novia —murmuró Paula.


Y entonces hizo algo que lo angustió, empezó a llorar. Pedro no sabía qué hacer y se quedó inmóvil, helado. ¿Cómo podía aquella mujer ponerlo continuamente en una posición en la que no sabía cómo debía reaccionar? No había dicho nada malo, nada que le hiciese daño, pero Paula lloraba como una niña.


—Lo siento —murmuró ella entonces—. Es que nadie había hecho tanto por mí y se me rompe el corazón al pensar que no te recuerdo. Tú lo has cambiado todo. Desperté de un coma y siento como si estuviese viviendo un sueño gracias a tí…


Paula se echó en sus brazos y él sintió la humedad de sus lágrimas mojando su camisa. Y sintió también… Sintió que estaba ardiendo. No la había abrazado en tanto tiempo, casi un año. Aquella mujer que había puesto su vida patas arriba. Había tenido que verla en coma, inmóvil durante un mes. Había estado fuera de su vida durante ocho meses y eso había sido una tortura, pero aquello no era mejor. Aquello era algo que no había experimentado nunca y lo que de verdad quería era aplastar sus labios y mostrarle lo que había entre ellos. La pasión, el deseo. Hacer algo para librarse del dolor que sentía en el pecho.

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