lunes, 26 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 71

Pedro solo se había sentido así tras el entierro de su madre, pero en ese caso no podía hacer nada. No podía cambiar nada. Ahora no sabía qué quería. Si deseaba tener razón sobre su corazón marchito o que la tuviese ella. Ninguno de los dos durmió durante el viaje, pero no intercambiaron una sola palabra y cuando llegaron a las ruinas del templo, el sol empezaba a ponerse. Era como una noche eterna. Paseó entre las antiguas columnas de piedra cubiertas de enredaderas y recordó haberle preguntado si estaba allí en una búsqueda espiritual. Como si fuese algo ridículo.


—¿Qué esperabas encontrar aquí? —le preguntó.


—A mí misma.


—Y, en cambio, me encontraste a mí.


—Sí, pero en el camino me encontré a mí misma. Pensaba que era una víctima, pero no es verdad. Soy más fuerte de lo que creía. La cuestión es si lo eres tú.


Pedro no lo sabía, como no sabía qué estaba buscando, pero los restos de una diosa de piedra despertaron un recuerdo. Habían tenido esa figura en casa cuando era niño, una reproducción a tamaño reducido. Apenas lo recordaba, como apenas recordaba a su madre, pero experimentó algo, un sentimiento, una emoción. Recordaba estar en casa, feliz. No había nada que lo preocupase. Era un niño, su madre cuidaba de él y había creído que siempre sería así. Y entonces… Entonces recordó. Se vió a sí mismo agarrándose al vestido de su madre, llorando mientras unos hombres intentaban llevárselo. Y ella lloraba también, gritaba; sus gritos tan desesperados como los suyos. Y se lo habían llevado. Él no entendía una sola palabra porque hablaban en un idioma que no conocía. No entendía nada. Y entonces un hombre, su padre, le había dicho algo cruel, hiriente. Y, aun así, él anhelaba su aprobación, su afecto. Algo, cualquier cosa porque estaba solo. Todos esos recuerdos parecían escapar de su interior, de un sitio donde habían estado encerrados. No estaba examinándolos a distancia, salían de él como un torrente, como un borbotón de sangre. Y no podía controlarlo. Tanto dolor. Había tenido que bloquear esos recuerdos durante años, pero ya no podía hacerlo. No podía hacerlo y amar a Paula. Ése era el problema.


—Estuve a punto de perderte —le dijo. —¿Y tú sabes lo que eso me habría hecho?


—No, no lo sé —respondió ella.


—No estaba bien cuando te fuiste. No llevé a ninguna otra mujer a mi cama, no quería a nadie más. Te quería a tí. Entonces descubrí que habías tenido un accidente…


—Y fuiste a buscarme.


—Si no lo hubiera hecho, nunca habría sabido lo que sentía y…


Había empezado a llover. El sol estaba poniéndose, resplandeciendo entre las ruinas y creando un halo alrededor del rostro de Paula. Nunca había visto colores tan brillantes.

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