viernes, 2 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 30

Se sentaron a cenar en una terraza, donde podían ser vistos por todo el mundo. Paula siempre había disfrutado mucho de la comida, pero él esperaba impaciente que terminase para ir al dormitorio y hacer lo que de verdad quería hacer, quitarle la ropa y enterrarse en ella. Y también quería eso ahora, pero no le importaba esperar. Había algo en aquel momento, en estar allí con Paula y con su hija que le parecía suficiente.


—Nunca había probado nada tan rico —comentó ella.


Paula siempre había disfrutado de la comida y no se le había ocurrido pensar que tampoco recordaba eso.


—En realidad sí, pero no lo recuerdas.


—Ah, claro. Pero está bien volver a descubrirlo todo de nuevo. Habrá que ponerle un poco de humor a la situación.


Sus ojos se encontraron entonces y el deseo hacía que saltasen chispas. No había forma de negarlo.


—Tal vez estaría bien descubrir otras cosas por primera vez — murmuró Paula.


—Según dijiste, tu primera vez fue conmigo, pero no sé mucho más. Solo me contaste pequeños detalles de tu vida.


—La historia de mi vida pasada es más bien triste.


—Yo no creo que seas triste.


Ella esbozó una sonrisa.


—Me alegra que pienses eso. ¿Pero y tú? ¿Hablábamos de tu pasado?


—Yo estoy más interesado en el futuro, contigo.


Paula dejó escapar un suspiro de satisfacción.


—Siento no haber despertado la atención de la prensa.


—¿Qué dices? No dejan de hacer fotografías desde que nos sentamos en la terraza.


—¿Ah, sí? ¿Y cómo no me he dado cuenta?


—Porque no estás acostumbrada. Los paparazis llevan una hora haciendo fotografías con el móvil.


Paula miró alrededor.


—Pensé que nadie se había fijado en nosotros.


Pedro sonrió.


—Intentan ser discretos conmigo porque me temen.


Paula torció el gesto.


—Sí, lo entiendo.


—¿Qué es lo que entiendes?


—Que te teman porque eres algo así como un predador. No sé por qué pienso eso, es absurdo porque te portas muy bien conmigo, pero es que…


Paula estaba inquieta porque podía ver la oscuridad que había en él, el veneno que había dejado escapar cuando le dijo que estaba embarazada, pensó Pedro. No lo recordaba, pero lo sabía. Aunque nunca volvería a ocurrir. Le había roto el corazón y había estado a punto de destrozar su vida. Había pedido a su gente que la supervisasen y, sin embargo, no había querido saber dónde estaba o lo que hacía. Solo debían informarle si le ocurría algo.

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