miércoles, 14 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 49

Paula tenía razón, nunca había tomado a Olivia en brazos. Porque necesitaba esa distancia. Lo habían arrancado de los brazos de su madre cuanto tenía cinco años. No había vuelto a verla hasta que fue adulto, hasta que pudo tomar sus propias decisiones. Y encontró a su madre, pero la reunión no había sido lo que él había esperado. Ella estaba tan rota, doblada sobre sí misma tras años de pena y pobreza, tras años de desolación emocional. No le había gustado verlo con ese traje de chaqueta, no le había gustado su acento. No lo conocía. A él sí le importaba su madre, pero era demasiado tarde. Cuando lo arrancaron de sus brazos fue como si le hubieran arrancado también el corazón. Todo eso había sido demasiado para un niño y estaba convencido de que había dañado su capacidad de conectar con otro ser humano. Eso, y la crueldad de su padre. No lamentaba estar distanciado de sus emociones porque eso lo había ayudado a sobrevivir, pero le hacía desear… Le hacía desear que las cosas fueran diferentes, que él pudiera ser diferente. Había tenido algunos momentos, con Paula. Momentos en los que había encontrado en sí mismo una ternura de la que no se creía capaz. Pero no era real, solo era una farsa. Tenía que serlo. En él no podía sobrevivir nada bueno.


A la mañana siguiente, Paula insistió en marcharse con Olivia.


—Solo quiero volver a Roma —le dijo, con expresión helada. —En la villa hay más espacio.


Donde él no podría tocarla, claro.


—¿Te has cansado de París?


—Tengo la sensación de que me he cansado de París para toda la vida. No creo que vuelva nunca.


—Es una pena. París es una ciudad preciosa.


—París se puede ir al infierno.


Nunca la había visto tan resentida, tan amargada. Sabía que Paula debía haberlo pasado mal cuando se fue de Amalfi, pero él no había presenciado su tristeza, su enfado. Pero ahora lo tenía delante y era una fuerza extraordinaria.


—Nos casaremos la semana que viene —dijo entonces.


—Qué bien —replicó ella, irónica.



El viaje de vuelta a Italia fue completamente diferente. Paula no miraba alrededor, encantada, no flirteaba con él. Se sentó, pálida y seria, con Soriya en brazos como un diminuto escudo. Y Pedro no se había dado cuenta de la calidez que había llevado a su vida hasta que se la arrebató. Cuando estaba en coma había imaginado lo que podrían ser. «Te has creído tus propias mentiras como un tonto». Daba igual porque había conseguido lo que quería. Paula se casaría con él y algún día… Sabía que tarde o temprano el deseo que sentía por él superaría a su ira. No estarían separados para siempre. Eso lo hizo sentir un poco mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario