viernes, 30 de agosto de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 7

 –Mi prima, que vive en Sídney, me ha contado que Bruno está saliendo con la hija de un multimillonario y quiere casarse con ella. Aparentemente, su novia no puede tener hijos por un problema médico, pero quiere desesperadamente ser madre. Supongo que espera que podrá convencerla para que se case con él si tiene a Sofía a su lado. Hace ocho meses –añadió tras morderse el labio–, Sofía tuvo que estar unas cuantas semanas en una casa de acogida porque yo tuve que ir al hospital. Estaba muy contenta con la familia que la acogió, pero, de algún modo, Bruno se ha enterado y está utilizando ese hecho como prueba de que yo no puedo darle una infancia segura y para afirmar que la niña estaría mucho mejor viviendo con él.


–¿Y no podría haberla cuidado alguien de tu familia?


La ira había desaparecido de la voz de Pedro. Aquel acento tan sensual hizo que Paula temblara.


–Mis padres están muertos y mis únicos otros parientes viven en Australia. Mis tíos fueron muy amables conmigo cuando mis padres murieron y me dejaron que me alojara con ellos, pero tienen unas vidas muy ajetreadas. Yo trato de arreglármelas sola.


–¿Por qué andas corta de dinero? –le preguntó Pedro mientras se volvía para mirarla–. Por lo que veo tienes trabajo. ¿Qué significan las iniciales LTG?


–Lunch to Go. Es mi negocio de bocadillos, del que soy dueña junto a mi socia. Solo llevamos un año funcionando y nuestros márgenes de beneficios han sido muy bajos de momento –dijo. Sorbió por la nariz y apretó con fuerza el pañuelo empapado que tenía en la mano–. Parecía que las cosas iban mejorando, pero hoy me ha llamado tu jefe de Recursos Humanos y me ha dicho que el contrato que tenemos con el Grupo Zolezzi va a terminar a finales de semana porque se va a abrir un café para los empleados.


Pedro asintió.


–Cuando establecí las oficinas de Londres, siempre fue mi plan abrir un restaurante y un gimnasio en el sótano para que los empleados pudieran utilizarlo durante su hora del almuerzo. Las obras tardaron más de lo que yo había anticipado, por lo que pedí a Recursos Humanos que buscara algo alternativo.


–Yo no sabía nada de eso… –admitió Paula apesadumbrada.


–¿Tendrá un impacto en tu negocio la pérdida del contrato?


–Nos quedaremos con la mitad de beneficios –admitió ella–. Además, hoy he hablado con mi socia y me ha dicho que va a vender la panadería en la que trabajamos. Su marido y ella quieren marcharse de Londres. Melina es la dueña de la tienda y yo no me puedo permitir ni comprar ni alquilar otro local.


–Si tienes que cerrar el negocio, ¿Qué vas a hacer?


Paula se encogió de hombros.


–Tendré que buscar otro trabajo, pero no tengo titulación alguna ni ningún tipo de especialización. Me será casi imposible ganar lo suficiente para poder mantener a Sofía.


Paula se quedó en silencio. Vió que Pedro estaba tamborileando los dedos sobre el volante y parecía estar sumido en sus pensamientos. Tenía unas manos muy bonitas. Se imaginó aquellas bronceadas manos deslizándose por su cuerpo desnudo, los largos dedos curvándose sobre sus senos y acariciándole los pezones. Una fuerte oleada de calor se apoderó de ella. Se sintió totalmente atónita por aquellos pensamientos. Bruno le había roto el corazón cuando la abandonó la mañana después de que ella le entregara su virginidad. Un mes más tarde, cuando ella, con los ojos llenos de lágrimas, le dijo que se había quedado embarazada, el cruel rechazo al que él la sometió la obligó a crecer muy deprisa. Se sintió una estúpida por caer en sus redes y se juró que nunca más volvería a ser tan confiada.

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