miércoles, 21 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 65

Él asintió con la cabeza.


—Una vez me pegó tanto que pensé que iba a matarme, y mi niñera también. Ella me llevó al hospital, pero por supuesto mi padre logró que los médicos no le denunciasen —Pedro apartó la mirada. —Yo recuerdo cada golpe, cada patada. Cuando no puedes escapar físicamente, tienes que ir a un sitio dentro de tí, tienes que esconderte. No sé si alguna vez he vuelto a salir de ese sitio.


Había tenido que hacer eso para sobrevivir, pensó Paula. Le rompía el corazón que aquel hombre hubiera sufrido tanto, que hubiese sido tan maltratado.


—Sobreviví a pesar de él —siguió Pedro. —Y cuando su salud empezó a fallar, lo envié a una residencia y no volví a verlo nunca. No hubo declaraciones de afecto en su lecho de muerte, dejé que muriese solo. Esperaba que en ese momento, cuando el infierno se abriese para recibirlo, tuviese tanto miedo como yo había tenido de niño. Que se sintiese tan solo, tan indefenso como me había sentido yo. El dinero ya no le servía de nada. Lo llevé a una residencia para que supiese lo que era vivir en una simple habitación, a merced de unos empleados que no tenían que obedecerle — Pedro la miró entonces. —¿Crees que fue una crueldad?


—Sí, lo fue —respondió ella. —Pero no te culpo por ello.


—Intenté no dejar que él decidiese quién era yo, pero lo único que teníamos en común era la ira, la crueldad. Y a veces me preocupa.


—A mí no.


—¿Nunca has querido vengarte de tu madre?


—No, mi madre es una persona triste. Nunca tuvo ningún poder, así que se rebelaba contra el mundo, contra sus propias decisiones. Vengarme no serviría de nada porque es una eterna víctima y eso solo le daría más razones para quejarse, para justificarse.


—Eres mejor persona que yo.


—No, no lo creo. La verdad, no sé qué habría hecho de haber tenido la oportunidad.


Se miraron y ella sintió la pesada carga que llevaban; una carga que lo complicaba todo. Él seguía viviendo en la casa donde su padre había estado a punto de matarlo, pero había logrado superarlo. Creía ser cruel, pero solo intentaba sobrevivir. En su intento de sobrevivir había sido cruel con ella, pero no iban a cambiar nada si seguían dándole vueltas y pensar eso la tranquilizó. Se le encogió el corazón cuando llegaron a la villa. Sí, Pedro le había hecho mucho daño en aquel sitio, pero ahora había una habitación para Olivia. Y era una habitación preciosa. Le recordaba a su dormitorio en Roma, la habitación que ya apenas utilizaba porque dormía con él todas las noches.


—Es muy bonita.


—Era importante para mí que Olivia tuviese una habitación bonita.


—Has cambiado —dijo ella, tocando su cara.


—¿Tú crees? —murmuró Pedro.


Y había cierta desesperación en esa pregunta.


—Sí, lo creo.


Era extraño volver a la casa en la que se había sentido tan esperanzada sobre su relación. Entonces no se conocían, no había logrado que Pedro compartiese nada con ella. Ahora era diferente, ellos eran diferentes, pero las barreras seguían levantadas. Y se preguntó si tendría fuerzas suficientes para atravesarlas. «No pierdas la esperanza». Aunque nada en su vida sugería que la esperanza sirviese para algo. «Mentirosa».

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