lunes, 19 de agosto de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 56

Los recuerdos eran tan complicados como lo eran ellos dos. Sin molestarse en llamar, abrió la puerta del dormitorio de Pedro. Él estaba de pie frente a la cómoda, sin camisa, con el pantalón oscuro que había llevado en la ceremonia y nada más. Estaba descalzo y, como había ocurrido la primera noche, había algo extrañamente íntimo en eso. Deseó que volviesen a estar juntos, en Camboya. Recordaba el pareo de seda azul, una prenda oriental que parecía encajar mejor con él que el rígido traje de chaqueta. Se había visto forzado a llevar una vida que no era para la que estaba destinado e intentaba forzarla a ella, pero tal vez no sabía hacerlo de otro modo. O tal vez pensaba que nadie elegiría esa vida a menos que él lo impusiera como obligación. Eso era lo que le habían enseñado, ¿No? Había compartido eso con ella, pero no lo había hecho buscando compasión. No había emoción en sus palabras cuando hablaba de su infancia, pero eso no significaba que la emoción no estuviese ahí.


—¿Qué quieres? —le pregunto él, mientras dejaba el reloj sobre la cómoda.


Paula miró su ancho torso, cubierto de vello oscuro. Tenía hambre de él, pero no estaba allí solo por eso. No, estaba allí para buscar un punto de encuentro. No quería que viviesen vidas separadas, moviéndose por caminos diferentes, quería encontrar la forma de que aquel fuese un matrimonio de verdad. Estaba terriblemente dolida y aquello no iba a ser fácil, pero ni siquiera se trataba de perdonarlo sino de reclamarlo. Y necesitaba hacerlo desesperadamente.


—Quiero mi noche de bodas —anunció mientras se quitaba la camiseta.  Y no llevaba nada debajo.


Los ojos de Pedro se iluminaron de inmediato.


—¿Por qué?


—No lo sé —respondió ella mientras se quitaba el pantalón de chándal y las bragas al mismo tiempo. —Pero eso es lo que quiero.


Había estado desnuda con Pedro muchas veces. Se había mostrado desenvuelta con él y volvería a hacerlo.


—Tú no me has obligado a casarme contigo, lo he decidido yo. Como he decidido venir aquí porque lo que yo quiero importa. No quiero un matrimonio solo de nombre, no quiero estar casada contigo y recorrer los pasillos, pálida y triste, portándome como si fuera una víctima. Yo he decidido estar aquí y ahora.


—¿Pero me deseas?


—Tú sabes que te deseo. Nunca he dejado de desearte.


—Pero dijiste que me odiabas —le recordó él, con los ojos en llamas.


—Sí —respondió Riot. —Una parte de mí te odia, una parte de mí nunca entenderá por qué me trataste con tanta crueldad. Te quería tanto, Pedro. Y tú destruiste ese amor. Me miraste como si no fuese nada, como si me odiases.


—Nunca te he odiado —dijo él. —Me odio a mí mismo.


Esas palabras fueron como un golpe. Las había pronunciado como si fuese algo sin importancia y, sin embargo, ella las sintió en lo más profundo de su alma.


—¿Y qué sientes por mí?

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